miércoles, 15 de julio de 2015

RELACIONES LABORALES Y ATAQUE DE PÁNICO



Las relaciones laborales uruguayas han vivido los últimos 10 años la experiencia de una espiral virtuosa que ha logrado reoxigenar el sistema y promover las condiciones laborales – en lo individual y lo colectivo – de los trabajadores.
            La bonanza económica fue un factor importante para que crecieran salarios y mejoraran los derechos de los trabajadores. Pero también existieron políticas públicas que impulsaron una redistribución de la renta a través de mecanismos como los Consejos de Salarios.
            En mi opinión, al referirnos a los años 2005-2014, podemos afirmar que existió una verdadera reforma nacional del derecho del trabajo y de las relaciones laborales, que supo combinar “reglas de mercado” (en un mundo global consideramos insostenible apartarse de una economía de mercado) con reglas “anti-mercado”, es decir reglas que atemperaran los efectos negativos de un mercado librado exclusivamente a sus propias reglas, permitiendo así una ponderada participación de todos los sectores de la sociedad a los beneficios del desarrollo económico.
Hoy se habla de crisis (o por lo menos, de comienzo de una crisis), de que ya no hay viento de cola, de que el futuro es incierto. Y esta visión pesimista (sin dudas motivada por causas económicas, pero también “sin dudas” por el desanimo colectivo) nos contagia a todos: Estado, trabajadores, empleadores, organizaciones.

Ante indicios de crisis, olvidamos los últimos diez años y entramos en pánico: no es casual que un diario comentara hace unos días que los “ataques de pánico” en Uruguay son una patología cada vez más frecuente.
             Hace unas semanas leía algo  trasladable a las relaciones laborales: el llamado Modelo de Hofstede. ¿Que es eso? Geert Hofsted es un venerable señor nacido en Holanda en 1928, psicólogo social, antropólogo y especialista en  las relaciones entre las culturas nacionales y entre las culturas de las organizaciones. Entre otras cuestiones, Hofsted es famoso por haber desarrollado el llamado "Modelo de las Cinco Dimensiones" para identificar los patrones culturales de cada nación o grupo. Entre esas dimensiones, indica la “aversión a la incertidumbre”, que  refleja   el grado en que una sociedad o grupo tiene temor a la incertidumbre y al riesgo. Y al referirse a esta dimensión, Hofsted expresa que “las culturas mediterráneas, Latinoamérica y Japón son las más altas en esta categoría”.

            Según este psicólogo social los latinos tenemos un alto grado de preocupación frente a los cambios y la ambigüedad y es por ello que ansiamos reglas que nos permitan visualizar salidas a nuestra incertidumbre. En otras palabras, no sabemos vivir el presente, sin agobiarnos con una gran preocupación por el futuro.
            Algo parecido veo hoy en el sistema de relaciones laborales uruguayo (y en sus actores): miedo al futuro, angustia por algo que no sabemos todavía muy claramente prever, necesidad a gritos de que alguien (obviamente el Estado, en nuestra cultura) aplaque nuestra ansiedad. Y como buenos latinos que somos, vivimos en la creencia que escribir normas sobre el papel, resolverá todos nuestros problemas futuros.
            No es así. Las normas sobre papel pueden ajustar la realidad, pero confrontadas con una realidad difícil son lo que son: ... papel.
            Quien  me conoce sabe que entre mis defectos no está el pesimismo. Soy genéticamente optimista, y es por eso que afirmo con convicción que no es momento ni de miedos, ni de enfrentamientos, ni de ataques de pánico. Estamos ante una posible crisis que reclama a gritos cordura y soluciones concertadas. Ese es el desafío: sentarnos alrededor de una mesa y construir en paz, con responsabilidad; y fundamentalmente sin dejarnos guiar por los malos consejos de la incertidumbre.


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