martes, 29 de junio de 2021

La redistribución de la jornada en la Industria

No acostumbro en este blog escribir sobre temas netamente jurídicos, pero en este caso la excepción obedece a una duda planteada por un alumno. Siempre consideré un tema laudado que la redistribución de la jornada en la Industria (el sábado redistribuido de lunes a viernes) implica un aumento de la jornada de 1 hora y 30 minutos y no de 1 hora y 36 minutos. El tema no es menor, porque si el límite es de 1 hora y 30 min., la consecuencia es que esos 6 minutos restantes son “tiempo extra” y en virtud del art. 2   de la Ley 15.966 se abonan como media hora extra, es decir una hora común. 

Estamos por lo tanto ante un tema no menor desde el punto de vista del quantum retributivo, porque ese plus de 6 minutos podría generar el derecho del trabajador a percibir y/o reclamar media hora extra por día.

El caso fue que al terminar de explicar en una exposición esta particularidad, un alumno levanta la mano por zoom y me dice: “En la página del MTSS se indica que la redistribución de la jornada en la industria es de 1 horas y 36 minutos, y no una hora y 30 como Ud. dice”.

Expliqué al alumno mi posición, aunque evidentemente en un intercambio por zoom no puedo estar seguro de haberlo convencido. Por lo tanto aprovecho del blog, para exponer mi opinión sobre el tema, sin perjuicio que mis lectores o “la página” del MTSS puedan no coincidir con ella.

El tema está ligado al hecho que la división de 8 horas en 5 días a la semana da como resultado matemático una hora y 36 minutos (8 horas dividido 5). Este resultado plantea un problema porque sobrepasaba el límite de 9 horas indicado en el art. 2.b del Convenio Internacional del Trabajo N° 1 (que habiendo sido ratificado, es ley para nuestro país). El Convenio, al permitir la distribución de la jornada, luego de definir la jornada de 8 horas, dice que “cuando, en virtud de una ley, de la costumbre o de convenios entre las organizaciones patronales y obreras (a falta de dichas organizaciones, entre los representantes de los patronos y de los obreros) la duración del trabajo de uno o varios días de la semana sea inferior a ocho horas, una disposición de la autoridad competente, o un convenio entre las organizaciones o representantes supradichos, podrá autorizar que se sobrepase el límite de ocho horas en los restantes días de la semana. El exceso del tiempo previsto en el presente apartado nunca podrá ser mayor de una hora diaria.

Para permitir que ese tiempo de 1 hora y 36 minutos “encajara” en las previsiones del Convenio Internacional N° 1, se aprobó en el año 1976 el Decreto 851.

El decreto (vale la pena volver a leer el texto completo con los respectivos Considerandos, que está publicado en la revista Derecho Laboral N° 105 del año 1977) promueve la idea que en la jornada continua, la media hora de descanso paga no sea considerada trabajo efectivo a los efectos de la distribución de la jornada.

Por lo tanto en función del Decreto, se estaría (a los efectos de la redistribución del sábado) ante esta situación: de lunes a sábado se trabajan 7,30 horas efectivas. Al querer redistribuir el sábado, nosotros redistribuimos 7,30 efectiva y no 8 horas, es decir una hora y media por día (descontados los 30 minutos del día habitual y los 6 minutos de 1/5 del descanso del sábado). En definitiva, en cada día de la semana se estará trabajando 7,30 efectivas + 1,30 efectivas, lo cual totaliza 9 horas efectivas y no viola el Convenio Internacional. Ello también tiene como implícita consecuencia que solo es posible la redistribución de la jornada en la Industria en el caso de la jornada continua con media hora de descanso paga.

Sorpende que en la página del MTSS se indique sin más aclaración que la redistribución de la jornada en la industria es de 1 hora y 36 minutos, porque ello podría traer aparejadas reclamaciones por montos no menores. Muchos empresarios pensaría justamente: “Si lo dice el Ministerio, así es”.

Mi conclusión por aplicación del Convenio Internacional del Trabajo N° 1 y de Decreto 851/976 es - para el caso de la redistribución de la jornada en la Industria - la siguiente: a) solo se puede trabajar de lunes a viernes 9 horas efectivas con un descanso de 30 minutos pago  en cada uno de esos días; b) entiendo también posible trabajar jornadas de 1 hora y 36 minutos, en cuyo caso el descanso intermedio será de 36 minutos pagos (en este caso se habrá redistribuido el descanso intermedio pago del día sábado); c) en el caso de que se trabaje una jornada es de 9 horas y 36 minutos con descanso intermedio de 30 minutos, se estarán trabajando 6 minutos extra por día. 


 

lunes, 7 de junio de 2021

2011 - 7 de junio - 2021 Oscar Ermida Uriarte


  Hoy es un día, que nubla el alma: hace 10 años - imprevisiblemente, injustamente - fallecía un intelectual brillante, un militante del Derecho del trabajo, y el amigo generoso, que siempre me animó en el transitar no solo de la vida universitaria, sino de la vida como tal, la vida “a secas”. 

El juslaboralista de extraordinario talento
Nuestra disciplina se consolidó en Uruguay a partir del aporte jurídico de dos grandes juristas de nivel internacional: Américo Plá Rodríguez y Héctor Hugo Barbagelata. Desde visiones distintas, pero siempre complementarias, fueron edificando nuestro derecho laboral. Plá Rodríguez, desde una perspectiva más pragmática; Barbagelata desde una visión que valoriza los derechos del trabajador como derechos fundamentales de la condición humana. Ermida Uriarte vino a completar la obra de nuestros dos grandes juristas, amalgamándola, complementándola, proyectándola a las nuevas realidades del mundo del trabajo. Discípulo predilecto de Pla Rodríguez, Oscar Ermida fue un ferviente admirador de Barbagelata y esa doble pertenencia, permitió cerrar el círculo de lo que hoy se conoce en el continente como la “Escuela uruguaya del Derecho del trabajo”.
Su objetivo fue la construcción de una teoría sobre la dignidad y la libertad de los trabajadores, en un contexto de relaciones laborales en profunda transformación impulsado por las nuevas tecnologías digitales. Las seguridades y las tutelas del trabajo, promovidas a lo largo de gran parte del siglo XX, habían entrado en crisis y era amenazadas o directamente sustituidas por nuevas realidades, marcadas por la insolidaridad, la segmentación social, la exclusión, la precariedad, la posmodernidad (concebida como expresión de un mundo fugaz, donde todo vale, porque todo es sustituible y descartable). En este nuevo escenario mundial, el poder del capital financiero internacional domina las sociedades nacionales, un poder que pretende enseñar sus reglas, aunque las mismas luego provoquen las crisis económicas que conocemos. Aunque otros aspectos de las transformaciones del trabajo movían sus preocupaciones (los ataques a la libertad sindical, las demora de los procesos judiciales, la crisis de la subordinación, etc)., siempre apuntó en sus reflexiones a una contexto internacional, dominado por el gran y fluctuante capital financiero, que exigía nuevas reglas y estrategias para la defensa de los derechos de los trabajadores.  muestran prácticas de gestión, que apuntan hacia la destrucción de las organizaciones sindicales. 
Ermida, en vísperas de la terrible enfermedad por la que fallecería el 7 de junio de 2011 con una vida aún llena de energía e ideas para transmitir, fue ordenando sus reflexiones que se publicarían en la revista Derecho Laboral N° 141 (correspondiente a enero-marzo 2011), bajo el título: "Protección, igualdad, dignidad, libertad y no discriminación". En esas “meditaciones” Ermida reconoce los cambios de la época y los efectos devastadores para trabajadores cada vez más débiles en su relación de fuerza con las empresas que los emplean. Es por eso que apunta sus estudios e investigaciones hacia temas concretos: cómo atrapar la figura cada vez más escurridiza del empleador en los contextos nacional e internacional, de qué forma reforzar las tutelas para el ejercicio de una efectiva libertad sindical en el mundo contemporáneo, cómo promover una mayor estabilidad en el empleo. Comprueba que la posmodernidad mercantiliza el trabajo y cuestiona las tutelas laborales: ¿puede concebirse – se pregunta - un Derecho del Trabajo vaciado de su dimensión ética, un Derecho del trabajo que en definitiva renuncie a su función tutelar? Por lo tanto – con su especial creatividad y una rigurosa disciplina -, pone sus energías intelectuales al servicio de la valorización del Derecho del trabajo como instrumento de la dignidad humana, y en esa dimensión, las tutelas a nivel internacional son indispensables, porque son el necesario contrapeso al poder de las empresas transnacionales. 
“La razón de ser del Derecho del trabajo - afirma a conclusión de sus reflexiones – es su contenido ético: la justicia, la igualdad y la equidad”. En torno a este contenido ético se van construyendo los principios de la disciplina, la noción de orden público que impregna sus normas, la tutela de la dignidad del ser humano como objetivo central. Ante una realidad que pretende precarizar el trabajo, el Derecho laboral debe levantarse como una barrera de protección social. En la defensa de esa “razón de ser” - a nivel nacional e internacional - comprometió su extraordinaria vida de jurista.

El hombre de acción
Oscar Ermida no fue solo un estudioso de gran talento encerrado en su biblioteca. Su energía lo llevó a ser un intelectual “de acción” y – especialmente en los últimos años – sus ideas, su pensamiento, su construcción dogmática fue incorporándose a las principales leyes laborales aprobadas en nuestro país: la ley de libertad sindical, las leyes sobre tercerización, y finalmente las normas sobre el proceso laboral. Siempre consideró que el Derecho del trabajo era un “derecho bajo fuego”, constantemente amenazado, que sin embargo encontraba precisamente en las transformaciones radicales la fuerza para renacer y enfrentar los nuevos desafíos.
Por eso, para resumir el pensamiento y la acción de Oscar Ermida, señalo esta cita - que siempre me acompaña -, extraída de uno de sus últimos trabajos: “La justicia y la dignidad son axiomas que estarán siempre por encima de todo precio del mercado”.     

El amigo
Oscar fue la expresión leal y generosa de la amistad universitaria. Nos conocimos en el Grupo de los Miércoles en diciembre de 1975: yo aterrizaba en ese espacio que marcaría mi vida, él había ingresado en agosto cuando las primeras reuniones. 
Recuerdo su estímulo constante, sus libros y sus apuntes que ponía siempre a mi entera disposición, sus ideas siempre ocurrentes y fermentales, sus consejos criteriosos que con mucho tacto me brindaba cuando veía que tropezaba en dificultades. Y por sobre todas las cosas, ese enorme afecto y amistad que me dispensó siempre y que permite recordarlo por expresiones de su sensibilidad e inteligencia, que no siempre confiaba a los demás. No acostumbraba hablar de temas vinculados a su sensibilidad, pero en los años que vivimos juntos descubrí su dimensión sensible, que se proyectaba hacia diversos espacios separados del mundo del Derecho del trabajo, como eran la música (fue de adolescente un pianista avanzado), la pintura (dibujaba con especial inclinación hacia el constructivismo de Joaquín Torres García), la literatura (era un profundo admirador de escritores latinoamericanos). Pero hablaba con reticencia o pudor de estos aspectos, porque de algún modo sentía que su talento no podía desperdiciarse fuera del ámbito labor. Por lo tanto era muy difícil escucharlo hablar de cuestiones ajenas al Derecho del trabajo; casi con vergüenza escondía sus capacidades intelectuales, que podía abordar cualquier tema. Recuerdo que un día  – transgrediendo esa reglas – nuestra conversación derivó hacia la literatura y le comenté: “Considero que tengo una asignatura pendiente: nunca logré comprender a Onetti, nunca superé la lectura de dos o tres páginas de este autor, que francamente me aburre”. No dijo nada y regresamos a hablar de temas laborales. Nos rencontramos la semana siguiente: traía una gruesa carpeta titulada “Onetti”, donde conservaba recortes, críticas, fotos del gran escritor uruguayo. Al entregármela, me dijo: “Es algo difícil leer Onetti, pero una vez alcanzada esa lectura, más difícil es prescindir de ella. Si querés acercarte a él, es bueno seguir un camino de aproximación”. Y en un papel me escribió como emprender esos primeros pasos: “tenés que comenzar con El Pozo, seguí con Los Adioses y luego descansá algunas semanas; retomá la lectura con algunos de sus cuentos: te aconsejo Un sueño realizado y El infierno tan temido”. Me guió con su habitual tacto en esa lectura difícil y desde entonces ya no pude separarme de ella. Si hoy recuerdo este episodio íntimo de mi vínculo con Oscar, es porque señala la dimensión y el alcance de su talento, mezclado a una sensibilidad poco común.