viernes, 23 de abril de 2021

Las transformaciones de la solidaridad

Un cartel que llama la atención. 

Escribo este post movido por una curiosa circunstancia. Camino cerca de un centro comercial de Montevideo y a la entrada de una gran tienda de ropa de mujer, leo el cartel que antecede mi nota. El mensaje es contundente: “Una empodera a muchas. 

Todas avanzan juntas”. 

Saco mil celular y registro la foto, que me plantea - y traslado el planteo a mis lectores - la cuestión de cuál es el significado de ese mensaje que tanto me impacta. El uso del género femenino en las palabras no me hace dudar: el texto refiere a la necesidad que las mujeres (trabajadoras ¿y/o consumidoras?) tomen conciencia del empoderamiento que significa actuar en grupo, “avanzar juntas”. Lo que es indubitable es la referencia del afiche al género femenino.

Al estar colocado en la entrada estratégica de una empresa importante, las preguntas surgen: ¿el texto debe leerse como una expresión de la cultura empresarial? ¿Es una publicidad para atraer consumidoras? ¿O es la voz del colectivo de trabajadora mujeres que llama a la solidaridad ante cualquier agresión (laboral o personal) a sus derechos? 

Probablemente hay en la afirmación del cartel esa triple intencionalidad y cada uno de nosotros lo leerá a su manera. Una cuestión de todos modos me parece clara: la frase es un llamado a la solidaridad de género en cualquiera de sus diversas expresiones.

La solidaridad entre crisis y avances

Vivimos una sociedad marcada por la ambivalencia de nuestras actuaciones. Como trabajadores nos oponemos a las nuevas tecnologías aplicativas, mientras que como consumidores las aceptamos y las usamos. En el siglo pasado vivíamos y construíamos nuestra identidad en grupos: la escuela, la fábrica, la oficina, la religión, el partido o el sindicato. En esos grupos nos sentíamos iguales y unidos por similares intereses y sobre esa igualdad se reforzaba nuestra solidaridad. La convergencia de intereses y entendimientos contribuía a una unión que nos volvía más fuertes, menos solos, más preparados para desafiar a los otros grupos. En el caso de las relaciones sindicales, la organización sindical es el ejemplo paradigmático del grupo de trabajadores coaliados ante el poder del Estado y de los empleadores. 

Entiendo que hoy la solidaridad ha entrado en crisis, también porque las instituciones están en crisis: se trabaja menos en las fábricas y en las oficinas, buscamos el éxito (generalmente representado por el dinero como objetivo central de nuestra acción) en forma individual a partir de un concepto que nos aleja de los grupos. El filósofo alemán Norbert Elias escribía hacia finales del siglo pasado sobre lo que definía “la sociedad de los individuos”, un modelo en el que caen los paradigmas tradicionales y se produce la erosión del grupo como forma de “pensar la sociedad” en términos solidarios.

Las nuevas solidaridades

¿Todo está perdido en términos de solidaridad? No es tan así. Precisamente en momentos de crisis, nacen nuevas solidaridades - distintas de las del siglo XX -, que quieren reparar injusticias cometidas en el siglo pasado y que quedaban al margen de la “común solidaridad de la época”.

El título que he puesto al post - “las transformaciones de la solidaridad” - apunta precisamente a esa idea de que en el siglo XXI las tradicionales solidaridades del siglo XX se debilitan, mientras surge nuevas solidaridades propias de la sociedad del siglo XXI, donde colectivos postergados y discrimados en razón del género, la raza, la etnia, la percepción sexual, la nacionalidad, etc.,, reclaman un rol protagónico a través de la unión de sus fuerzas. 

El debate - trasladado a las relaciones laborales - plantea desafíos para las organizaciones sindicales. En efecto, el peligro es que el sindicato – de no ampliar su rol inclusivo y no reflexionar sobre estrategias de futuro – pueda enfrentar un debilitamiento funcional por dos motivos: a) la disminución “fisiológica” en el sistema de los trabajadores subordinados; b) la absorción o la militancia de trabajadores en otros colectivos de intereses, cuya solidaridad no se construya sobre la condición de asalariado/a, sino sobre la identidad de género, raza, migración, el desempleo, etc. 

Reflexionar sobre estos temas - que es en definitiva como “pensar” la solidaridad en el siglo XXI - es el desafío de las organizaciones.

 

sábado, 10 de abril de 2021

Norma Rae y los trabajadores de Amazon

 

El diario El País de Madrid de ayer 9 de abril da cuenta que los trabajadores de Amazon rechazaron por mayoría la creación de un sindicato en Alabama. La corresponsal desde USA del periódico, María Antonia Sanchez Vallejo, expresa que “los trabajadores de un almacén de Amazon en Bessemer (Alabama) han rechazado por 1.798 votos frente a 738 la propuesta de formar un sindicato, lo que habría sentado un precedente en la segunda empresa privada con mayor número de empleados del país, que además se halla actualmente bajo los focos por su laxa fiscalidad y por condiciones laborales que muchos consideran deficientes. De los 5.805 trabajadores de Bessemer con derecho a voto, votó poco más de la mitad, 3.215, siendo el récord de abstención otro tanto a favor de la empresa y sus intentos de desanimar la movilización sindical. Las acciones de Amazon han subido este viernes un 1,7%”.

¿Que significa ello? ¿Porqué una votación y cuáles son los efectos de la misma? Estas preguntas me recuerdan una gran película de fines de los años ’70, cuya copia en VHS llegamos a proyectar en nuestras clases: Norma Rae.

No fue una película menor porque su protagonista - Sally Field - ganó el Oscar a mejor actriz por su interpretación. Es una pelicula de 1979, que cuenta la historia real de una mujer feminista - Crystal Lee Sutton - de una pequeña ciudad de Estados Unidos,  que interviente con decisión en las actividades para formar un sindicato en la empresa que trabaja. 

La protagonista es una madre que vive con sus padres y trabaja, al igual que ellos, en la fábrica textil del pueblo. Ante las malas condiciones de trabajo de la fábrica toma contacto con Ruben Warshosky, un sindicalista de New York, para formar un sindicato.

La película nos enseña el proceso de formación de un sindicato en Estados Unidos, que requiere para su constitución, la aprobación de la mayor mayoría de los trabajadores involucrados. Ello lleva a que los empleadores nunca queden de brazos cruzados y contraten profesionales que se especializan precisamente en convencer a los trabajadores a no votar afirmativamente para la creación del sindicato. Se produce así una verdadera campaña electoral con la confrontación abierta entre especialistas profesionales, de un lado y del otro. 

Ello deriva de la “National Labor Relations Act” –NLRA-“ o también llamada “Wagner Act” de 1935, que, al garantizar a los empleados el derecho a organizarse, exige que para la conformación de un sindicato deben llevarse a cabo elecciones de voto secreto para determinar si la mayoría absoluta de los trabajadores desean o no desean ser representados por aquél. Ello es así, siempre además que al menos un 30% de los empleados de una empresa haya manifestado su deseo de estar representados colectivamente por un sindicato o por un grupo. 

De constituirse efectivamente el sindicato, este tendrá la representación de la totalidad de los empleados de la empresa para negociar colectivamente, en un modelo de sindicato único. 

La película Norma Rae es muy ilustrativa sobre este proceso y muestra la dura confrontación entre trabajadores y empresa en el centro de trabajo, donde no son ajenas las diversas formas de práctica antisindical. Todo ello, en virtud del sistema norteamericano de sindicato único, determina que el resultado electoral es el que en definitiva incluirá o excluirá a la totalidad de los trabajadores de las tutelas de la libertad sindical.

He buscado entre mis proveedores de streaming, pero la película Norma Rae no está incluida en ninguna de las ofertas. ¡Una pena! Si alguien tiene acceso a ella, no deje de verla, para aprender sobre el sistema norteamericano de relaciones laborales y para disfrutar de esta historia real que muestra una viuda de 31 años y madre de dos hijos, presentando con rigor la condición de mujer luchadora y obrera a fines de los años ‘70. También, por supuesto, explica por qué se dio la votación tan comentada  en Amazon.