martes, 26 de octubre de 2021

¿Despidos? Échale la culpa al algoritmo...

El caso, sobre el que informa El País de Madrid en su edición del 9 de octubre pasado, es el siguiente: En agosto, Xsolla, la filial rusa de una empresa de software y servicios interactivos con sede en Los Ángeles, ejecutó una vanguardista reestructuración de su plantilla que ha captado el interés de todo el mundo. Sin previo aviso, decidió prescindir de 150 de los 450 empleados de sus oficinas de Perm y Moscú. Para ello se basó únicamente en el dictamen de un algoritmo de rendimiento laboral que canceló los contratos de aquellos trabajadores que consideraba “improductivos” y “poco comprometidos” con los objetivos de la empresa. 

Lo que me llamó más la atención fue leer de la tristeza del director general y fundador de la empresa, Alexander Agapitov, quien declaró a la revista Forbes Rusia, que no estaba del todo de acuerdo con el veredicto de la máquina. De todos modos – agregó -, se veía obligado a acatar la decisión debido a los protocolos internos consensuados con su junta de accionistas. Además se ofreció a ayudar a los trabajadores despedidos a encontrar nuevos trabajos, porque en su opinión la mayoría de ellos son “buenos profesionales” (https://elpais.com/icon/2021-10-10/150-despidos-en-un-segundo-asi-funcionan-los-algoritmos-que-deciden-a-quien-echar-del-trabajo.html) .

¡Maravilloso! En época de gestión digital, desaparece toda irresponsabilidad que podría perturbar nuestra conciencia: “la culpa del despido no es mía; la culpa es del algoritmo”. 

Sin embargo, este maquillaje moral cae cuando comenzamos a entender los procesos algorítmicos: si bien la inteligencia artificial elabora decisiones técnicamente “objetivas”, lo hace a partir de datos introducidos en la máquina por seres humanos. El experto argentino Juan Corvalán nos dice que los procesos y tecnologías propios de la inteligencia artificial y de los algoritmos, toman decisiones y resuelven problemas a partir de insumos brindados por seres humanos.

Por lo tanto no podemos acompañar las lágrimas de quienes ejecutan planes de despido y los ponen en práctica a través de un proceso algorítmico, diciendo: "¡Yo no fui, fue el algoritmo!. Más allá de nuestro rechazo, lo que importa señalar es que estamos ante un futuro en el que se producirán cada vez más despidos de este tipo, que implicarán una terrible selección "darwiniana" entre trabajadores muy productivos y aquellos trabajadores que no alcancen los estándares de rendimiento establecidos por las propias empresas. 

De este modo la organización algorítmica del trabajo puede llevar a presionar de forma “deshumana” sobre los trabajadores, para que aumenten su productividad. Ya no será un capataz o un supervisor, quien controle el volumen y la rapidez del trabajo de cada trabajador, sino un sistema tecnológico que no tiene momentos de distracción o de pausa. Ello llevará inevitablemente a situaciones de stress y daños a la salud, cuyo estudio comienza a ocupar a especialista en tema de salud psicosocial.  

El sitio de noticias tecnológicas The Verge descubrió que la automatización se está usando para monitorear y despedir a empleados de Amazon en sus centros de trabajo. Todo se basa en estándares de productividad, según documentos obtenidos por el medio estadounidense. Así es como funciona. "El sistema de Amazon rastrea las tasas de productividad asociadas a cada individuo", se lee en el informe, "y genera automáticamente cualquier advertencia o suspensión, en base a la calidad o la productividad, sin la participación de los supervisores" .

Según informa más recientemente el sitio de noticias Bloomberg, Amazon usa sofisticados algoritmos para controlar la productividad en sus instalaciones, y los empleados deben justificar sus “tiempo sin tareas” (time off task) . Ello – agrega la nota – coincide con una serie de reportes que indican que la tasa de lesiones en Amazon es más alta que en el resto de la industria logística. Algunos empleados han informado a Bloomberg que el rápido ritmo de trabajo es un factor que contribuye a las lesiones por estrés repetitivo, agregando que a veces se califica como “time off task”, el tiempo que van al baño . 

La mezcla tóxica entre productividad, algoritmos y despidos va contagiando rápidamente los sistemas de relaciones laborales, cada vez más competitivos a nivel global. Alertamos a los legisladores y a las organizaciones de trabajadores sobre este problema que no demorará en aterrizar en nuestro país, donde – más allá del debate sobre el teletrabajo – parece que la intervención de las tecnologías y la IA en la gestión del trabajo poco inquieta.







martes, 19 de octubre de 2021

El ataque a la CGIL: la rabia de los anti-vax

La semana pasada, la sede de la centrar sindical italiana CGIL (la conocida Confederazione Generale Italiana del Lavoro) fue atacada y vandalizada por grupos anti-vax, con presencia de líderes de extrema derecha, que se oponían a los “pases verdes” vueltos obligatorios en el País para todos los trabajadores. El ataque no fue casual: entiendo que se quiso golpear a una de las instituciones de trabajadores más fuertes que existen en el país, que ha acompañado la vida democrática del país desde la segunda posguerra hasta el presente. El ataque a la CGIL fue un ataque al Estado, expresado en la institucionalidad de uno de los mayores actores sociales. Por si quedaran dudas, los anti-vax atacaron también Montecitorio, sede de la Cámara de Diputados. 
Sigo con atención la acción de los anti-vax italianos, que parece ser expresión de un estado de locura global, que encuentra en la pandemia una oportunidad de desahogo. La expresión “anti-vax”, de origen inglés. indica aquellas personas o grupos, que no aceptan ser vacunados y al mismo tiempo alientan otros a no hacerlo. No lo hacen en base a criterios científicos, sino como oposición a lo que consideran la “dictadura sanitaria del Estado”.
Si bien existe un “link”, por lo menos en Italia, entre estos movimientos y determinados sectores políticos de tendencia neo-fascista, me preocupan las causas de esta “rabia” colectiva que parece extenderse a lo largo del planeta, sin definidos colores ideológicos. En mi opinión, la sociedad del bienestar – o para otro, como el filósofo Byung-Chui Han – nuestra “sociedad del exceso”, está generando cada vez más una generación de jóvenes, carentes de todo tipo de solidaridad y de ideologías de sostén. Es cierto que existen lineas políticas que buscan su provecho en estas situaciones, pero me parece que el tema es más complejo. Lo vinculo a la rabia de tantos jóvenes que no logran insertarse en la sociedad, en la que viven. Es la misma rabia de quien raya la pintura del coche con un llave o ensucia con el aerosol las paredes de un museo con graffiti insolentes o quien incendia un contenedor de la basura... 
Los “anti-vax” del mundo son en primer lugar “anti-todo” y no constituyen un fenómeno solo italiano. Lo observo en las revueltas de los “gilets jaunes” (los llamados chalecos amarillos), aquel movimiento de protesta nacido en los social networks en noviembre de 22018, que provocó manifestaciones y choque duros con la policia. En aquellas oportunidad fue el aumento de la nafta, en éste es la oposición a la vacuna, pero la rabia es la misma. 
El lunes la violencia volvió a azotar a Chile en el aniversario de los hechos de octubre del 2019 y – como hace dos años -  se registraron saqueos, enfrentamientos con la Policía e incendios de casas y muebles tirados a la calle. 
Veo es estos fenómenos la expresión transversal de un anarquismo desordenado y sin claros fundamentos ideológicos. Como dijeron los anti-vax italianos al atacar los locales de la CGIL – ataque que incluyó el hackeó de la web de la organización sindical – queremos “la progresiva destrucción del poder del Estrado” y proclamamos la necesidad de una “reconstrucción del sistema institucional al servicio del ciudadano”. Son expresiones algo huecas, sin claros proyectos políticos y ... prácticos.
El ataque a la “dictadura sanitaria” es la forma de gritar contra una serie de problemas – el desempleo, los emigrantes, la explotación del trabajo en negro, la seguridad pública, la marginación social– que provoca espanto a nivel global. Por una parte “políticos iluminados” prometen resolver rápidamente los problemas de la sociedad; por la otra, los jóvenes gritan su rabia hacia un sistema, que los va excluyendo..
La revuelta de los anti-vax de Italia, o los hechos de Santiago de Chile de ayer, no solo son la locura de unos pocos: podría ser los síntomas de una sociedad enferma. Si por una parte, hay que actuar para contener estas expresiones de odio contra el o los sistemas, por el otro es necesario entender y profundizar las causas de la enfermedad. 
Recuerdo una película interesante de Bergman – “El huevo de la serpiente” – que se desarrolla en una Berlín de 1923, que muestra los primeros síntomas del nazismo ascendiente, a quien pocos prestaban atención. El riesgo hoy es – precisamente - no prestar atención a los síntomas.
Mientras escribo, pienso a tantos adolescentes pegados a la pantalla del celular o de la tablet, donde influencers de you-tube prometen productos de todo tipo, a los que solo pocos de ellos podrán acceder. Desde la frustración profunda de estos adolescentes bombardeados por un consumo inalcanzable a la rabia de los “anti-todo”, no es tan larga la distancia.

 

martes, 12 de octubre de 2021

Premio Nobel a un teórico del salario mínimo

El “discurso” tradicional ha sido que altos salarios y protecciones laborales son causa de desempleo, motivo por el cual los beneficio de algunos son pagados por el desempleo de otros. Ya en los años ’90 del siglo pasado, escribíamos que “bajo la consigna de facilitar el acceso al empleo para todos, se acusa al Derecho del trabajo de ser la causa del desempleo, frenar el desarrollo económico, impedir el mejoramiento de la calidad de vida (nueva bandera que suplanta con criterios individualistas la solidariedad de otras épocas)”. 
Nada mejor para confirmar estas idéas – aunque la confirmación llegue recién ahora  – que el Premio Nobel de la economía haya sido otorgado al canadiense David Card, junto al norteamericano Joshua Angrist  y al holandés Guido Imbens, “por sus contribuciones a la economía laboral y en el análisis de las relaciones causales”. 
No es la primera vez que el Nobel de Economía se otorga a especialistas de relaciones laborales: recordemos a John Nash – inmortalizado en esa extraordinaria película que fue “Una mente brillante” – quien teorizó sobre el equilibrio en la Teoría de Juegos en nuestra disciplina (ver nuestro post del 16 de junio de 2015). 
De los tres premiados, destacamos precisamente los trabajos del canadiense David Card, quien – como expresa esta mañana El País de Madrid – recibió el premio “por analizar los efectos del salario mínimo, la inmigración y la educación en el mercado laboral. El economista mostró, por ejemplo, que aumentar el salario mínimo no necesariamente conduce a menos puestos de trabajo, lo que representa una revolución en "la sabiduría convencional" y una "mejor comprensión de cómo funciona el mercado laboral que hace 30 años", según el jurado de la Academia” (Denise Lopez, El País, Madrid, 12 de Octubre de 2021). 
La nota periodística recuerda que “a principios de la década de 1990 se impuso la idea de que un salario mínimo alto conduce a una menor tasa de empleo porque aumentan los costos salariales para las empresas. Sin embargo, la conclusión de Card y su colega Alan Krueger, ahora fallecido, es que los efectos negativos de este incremento son residuales”.
¿Como llegó a esta conclusión el premiado economista de la Universidad de Berkeley? Así lo explica Marcos Lema en el periódico español “El Confidencia-Economía” de ayer: “David Card estudió en 1992 el efecto del alza del SMI en los restaurantes de comida rápida de Nueva Jersey. El estado creó empleo y los salarios subieron, pero también el precio del menú. El experimento fue muy intuitivo. Por un lado, se estudió el efecto de la medida en los restaurantes de Nueva Jersey. Por otro, se emplearon como grupo de control los restaurantes de Pensilvania, ya que, según apuntan los autores, "los patrones estacionales de empleo son similares" en ambos estados. Esta herramienta, muy habitual en las ciencias sociales, permite eliminar el efecto que tienen en el resultado final otras variables diferentes a la que se pretende comprobar. Las cadenas de comida rápida, como Burger King o KFC, fueron el sector elegido, ya que, en aquel entonces, era el que empleaba a más trabajadores de salario bajo. La primera oleada de entrevistas se realizó entre febrero y marzo de 1992 y la segunda, entre noviembre y diciembre del mismo año. Entre ambos momentos, los investigadores apuntaron todos los cambios que se producían (como el cierre de puntos de venta, por ejemplo) para evitar distorsiones en el estudio. En la segunda fase, lograron repetir el trabajo de campo en el 99,8% de los restaurantes” https://www.elconfidencial.
com/economia/2021-10-11/premio-nobel-salario-minimo-destruccion-empleo_3304909/
“Las conclusiones – expresa Lema - fueron las siguientes: el salario medio de entrada había subido un 10% en Nueva Jersey, mientras que el salario medio se había incrementado un 3,1%. En ese estado, no solo no se había destruido empleo a tiempo completo, sino que se había creado, al contrario que en Pensilvania. Incluso se produjo una "pequeña y estadísticamente insignificante" migración de trabajadores desde el territorio que no había aumentado el salario mínimo hacia el que sí lo había hecho. La única consecuencia negativa fue para los consumidores: el precio del menú aumentó más al este que al oeste del río Delaware, aunque los investigadores matizan que los establecimientos más sensibles a la medida no encarecieron más sus productos que los menos afectados” 
Siempre entendí – y vale la pena hoy confirmarlo con un especialista de altísimo - nivel que los bajos salarios son compañeros de ruta del desempleo y ambos son consecuencia y no causa de las crisis económicas. Solo las políticas anticíclicas en época de crisis podrán revertir el vínculo entre bajos salarios y alto desempleo.