lunes, 19 de febrero de 2024

Relaciones laborales y ecosistema digital

En el pasado empleé la expresión “ecosistema laboral” para referirme al sistema de relaciones laborales (el clásico, el del modelo industrial) y compararlo con el sistema ecológico o ambiental. Todo sistema ecológico se basa en cierto equilibrio de sus componentes, por lo cual un cambio en algún sujeto o actor del sistema, provocará inevitablemente la ruptura de su punto de equilibrio. Si por ejemplo decidiéramos matar a los pumas, por considerarlos depredadores de otras especies, seguramente romperíamos ese equilibrio y otras especies (liebres y zorros, etc.) crecerían en forma exponencial, provocando destrozos aún mayores. 

Sigo entendiendo que es así y cuando se rompe el equilibrio del sistema (en nuestro caso el laboral) ingresamos en una fase de inestabilidad que afecta principalmente al desempleo - y sus proyecciones sobre el salario y los demás beneficios laborales -, impactando sobre el consumo (y por lo tanto las ganancias de los empleadores), mientras que el Estado recaudará menos impuestos.

El extraordinario desarrollo tecnológico de la última década marca un punto de ruptura del ecosistema tradicional, cuyo impacto en el empleo intuimos, aunque no sabemos bien medir. Hablamos de los trabajos de futuro, de los empleos que se perderán con la IA, de las actividades complementarias, pero no nos alejamos de la pura “futurología”.

Lo que en cambio ya no es presente ni especulación, ni intuición, es la presencia cada vez más definida de la IA o IA-Gen (así llamamos la IA generativa) en el ecosistema digital. Ese nuevo actor se posiciona cada vez más como una entidad “viva”, activa, con intereses y decisiones propias, que no se limita a recolectar datos, sino que interviene con propuestas propias, condicionando las decisiones de los otros actores y rompiendo el “punto de equilibrio” del ecosistema. 

También cambia el contexto: cada vez menos fábricas y menos transacciones “físicas”. Se expande la inmaterialidad de la digitalización y aparecen las “plataformas”, como las nuevas infraestructuras que se imponen en organización de los servicios y del trabajo en general.

Si el ecosistema tradicional operaba en una sociedad democrática a partir de transacciones continuas entre sus integrantes, en el nuevo “hábitat” digital se ha instalado la IA, con la cual seguimos teniendo dificultades de comunicación, porque – además - esquivamos la mirada por puro miedo. 

En este nuevo “hábitat” es posible reconocer – y así lo ha dicho la propia OIT – tres dimensiones: a) surgen nuevos modos de producción de información y contenidos; b)  se modifican y surgen nuevos comportamientos sociales relativos al uso y consumo de bienes; y c) se genera un impacto económico y social más importante que el de tecnologías de información y comunicación consideradas de manera aislada (https://www.oitcinterfor.org/digitalizacion/ecosistema-digital). 

¿Estamos hablando del futuro? No, el futuro ya fue. Estamos insertos en pleno ecosistema digital, aunque miremos para el costado. ¿Cómo activarnos?, ¿Cómo dejar de lamentarnos sobre la IA y pasar a la acción? 

No tengo dudas que el principal paso que debemos dar está vinculado estrechamente con la educación. Sin educación y adecuada formación, no podremos escapar – en el plano laboral – al desempleo o al trabajo de escaso valor. ¿Seguirá existiendo el trabajo tradicional? Aventuro que sí, pero – agrego – relegado a los sectores de la economía “pobre”: los cuidados, la limpieza, la seguridad, etc.

En un post anterior, me referí al Plan de Acción de Educación Digital (2021-2027), iniciativa de la Unión Europea  para ajustar los sistemas de educación y formación de los Estados a la era digital. Este “Plan de Acción” prevé entre otros objetivos: a) profesores y personal de educación y formación con competencias y confianza digitales; b) capacidades y competencias digitales básicas desde una edad temprana; c) alfabetización digital, incluida la lucha contra la desinformación; d) educación informática.

El gran desafío de los sistemas públicos de educación, será formar para la dimensión digital. Ya lo han comprendido las universidades privadas, que promueven la formación digital entre las ofertas de sus planes educativos. A nivel público, siguen existiendo notorias dificultades para promover en los actores sociales la conciencia de su rol en las estrategias formativas de los jóvenes. Las discusiones sobre la “empleabilidad juvenil” se reducen al debate sobre la eficacia o ineficacia de reglas de flexibilidad del mercado de trabajo, pero no profundizan la cuestión central, que es la posibilidad de que los jóvenes pertenecientes a los sectores con menos recursos puedan tener acceso a trabajos de calidad en el eco-sistema digital. No serán los “contratos para jóvenes” los que resuelvan el grave problema de desempleo juvenil en América Latina: la experiencia uruguaya de las dos  últimas décadas es bien elocuente en tal sentido. 

También es cierto que la sola educación curricular ya no será suficiente. El individuo – cada vez más - deberá ser protagonista de un proceso autoformativo que promueva sus propias competencias.  Saber comunicarse, trabajar en grupo, decidir responsablemente son habilidades que se construyen en parte en el aula, pero en una parte fundamental “desde adentro” de cada no. 

Además debe tenerse presente que los nuevos empleos del ecosistema digital estarán posicionados cada vez más en la línea la línea divisoria entre la subordinación y el trabajo autónomo. Mientras sigue vivo el debate sobre la naturaleza jurídica del modelo de trabajo via aplicaciones, es difícil alcanzar soluciones legales concluyentes. Así el proyecto de Directiva de la Unión Europea de diciembre pasado  para consolidar la presunción de laboralidad del trabajo de plataformas no ha recibido las necesarias mayorías como indicáramos en el último post, mientras que en Uruguay sigue sin aprobarse un proyecto nacional en la materia.. 

¿Un eco-sistema digital sin tutelas laborales? No, la contestación es claramente un “NO”. Pero las protecciones deberán derivar de un examen atento de la realidad y del diálogo propositivo de los actores sociales (sin miedo a la IA). Debemos concentrar los esfuerzos de los “humanos” en dibujar planes concretos para controlar el rol protagónico de la IA en el sistema. Pero para ello, aún estamos lejos.

¿Estamos en condiciones de imaginar un plan realista? ¿Podemos dejar de lado nuestras controversias, para diseñar “en equipo” una estrategia que sortee los peligros de la IA?  ¿Lograremos reequilibras un ecosistema digital, que parece cada vez más adverso al trabajo humano? 

Mientras hablar de estos temas suene a fantasía del futuro, solo lograremos acentuar las distancias entre los algoritmos y nosotros.


 

2 comentarios:

  1. Buenas tardes. Pienso que la clave es un Diálogo Social, abierto sin temores de ingresar en nuevas Relaciones de Trabajo Humanas, sacar el de recursos humanos, para no materializar a las personas. Dignificar el trabajo digital, debido a que los jóvenes que trabajan a distancia no realizan aportes a la seguridad social, aquí tenemos una contradición, por un lado son jóvenes formados y por otro trabajan fuera de planilla o sin afiliación, autónomos y son en realidad dependientes

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