En una entrevista reciente, la Ministra de Economía, Azucena Arbeleche,
ante la pregunta “¿Qué es lo que más le preocupa hoy?”, contestó: “Sin dudas
que el empleo”, reiterando y enfatizando a continuación “sin dudas el empleo”.
Sabemos poco cómo será el “día después” de la pandemia, pero coincido en la afirmación que el principal problema que tendrá el país será la cuestión del empleo, y
todo lo que rodea el mismo en épocas de crisis: salarios, inflación, informalidad,
desocupación, caída brusca del consumo, etc. A la precarización del trabajo
dependiente, se unirá en este caso la crisis de las pequeñas empresas, el cuentapropismo
y el trabajo de la “economía pobre” o “gig economy”, como les gusta decir a los
ingleses.
Los tres principales actores del sistema de relaciones laborales -
Estado, organizaciones de empleadores y organizaciones de trabajadores - serán
seguramente compañeros de desventura en este camino hacia la crisis del empleo.
Porque si bien es claro que los primeros perjudicados serán los trabajadores,
no es menos cierto que las empresa sufrirán la reducción del consumo y
seguramente serán llamadas - antes o después - a financiar las soluciones asistenciales
o previsionales que necesariamente se promuevan para amortiguar la crisis. Por
su parte el Estado deberá seguir pagando jubilaciones, pensiones y subsidio con
una menor base contributiva, sin excluir mayores cargas derivadas de
extensiones del seguro de desempleo y fórmulas diversas de rentas básicas (como
ya hemos visto con el subsidio a los monotributistas).
Ray Kroc, el hombre que llevó Mac Donalds a nivel planetario,
popularizó la imagen del “Empleado del Mes”, colgando a la pared la foto del
joven o la joven apuestos y sonrientes, que había merecido es reconocimiento.
Pero debajo Ray escribía: “Ninguno de
nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”. La frase siempre me
marcó, porque estaba dirigida precisamente al “Empleado del Mes”. El mensaje
era claro: “Has sido muy bueno y por eso colgamos tu foto, pero no te la creas.
Todos juntos podemos más que tu”.
Solo podremos salir adelante "el día después" si buscaremos soluciones “todos
juntos”. De ahí la necesidad de un Pacto Social a nivel nacional con
participación de los actores sociales y de los partidos políticos, que permita
enfrentar en las mejores condiciones posibles la salida de la crisis. En
momentos como el actual, recuerdo esa gran expresión de identidad nacional -
hoy olvidada - que se denominó CONAPRO (Concertación Nacional Programática) y
con la cual salimos “todos juntos” de esa otra gran pandemia que fue la
dictadura.
¿Que significación tiene un Pacto Social? Considero el mismo como el
necesario instrumento para operar una equitativa distribución de sacrificios a
nivel nacional. Está claro que todos estaremos peores el día
después: los mercados globales se deteriorarán, la inflación probablemente
ascenderá, los costos del Estado aumentarán, las políticas fiscales deberán recurrir al endeudamiento externo e interno.
La crisis inevitablemente golpeará al contribuyente, al empresario, a
los trabajadores, al Estado. Pensemos que un país que vive del turismo y de los
negocios con el exterior, ha perdido (ojalá por muy breve tiempo) conectividad con
el exterior, salvo las esporádicas apariciones en la pista de Carrasco de la
empresa Amaszonas.
No soy ingenuo: no es fácil un pacto en el actual momento político y social. Pero un acuerdo nacional se vuelve hoy indispensable no como utópica expresión de
concordia nacional, sino como método racional para compartir entre todos las
cargas y dificultades, y poder salir en tiempos breves del impacto del momento. Un pacto social
no es otra cosa, en definitiva, que una gran transacción entre todos los
actores sociales y políticos, donde cada uno esté dispuesto a conceder “algo” a
cambio de “algo”: aunque las transacciones generalmente no despierten entusiasmos, hoy más que nunca son necesarias “recíprocas concesiones”.
La estabilidad económica y social del país - que es en definitiva el sustento de su
estabilidad democrática - reclama una necesaria política de consensos, porque
como decía el viejo Ray, “ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros
juntos”
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