miércoles, 22 de abril de 2020

LA DECISION DEL PARTISANO


Una pregunta de Jean-Paul Sartre me cambió la perspectiva en mis años universitarios. El gran filósofo y humanista francés se formulaba la siguiente pregunta: “En tiempos de guerra, ¿qué debe hacer el hijo único de una madre viuda? ¿Cuidar a su madre o ir al maquís (es decir a la resistencia francesa contra la invasión nazi?). “No importa cuál será su decisión - expresaba Sartre -. Su decisión siempre lo dejará dolido, contrariado, insatisfecho”.
Lo que destaco de este planteo, es que a veces las respuestas claras y contundentes no existen. La vida nos obliga a decidir, sabiendo que ninguna de las opciones no dejará satisfecho.
¿Porque la pregunta de Sartre retorna a sonar en este blog? En época de epidemia global, la pregunta se reformula bajo otra expresión: “En tiempos de COVID-19, ¿debemos proteger la salud o el trabajo?”. Es una pregunta - que como aquella del partisano - no tiene una respuesta sólida y cualquier opción nos traerá disconformidad.
Escucho la retórica de aquellos que afirman de modo enfático que primero hay que proteger la salud y salvar vidas, luego preocuparse del trabajo. Estas afirmaciones parten de la premisa falsa de querer disociar la salud del trabajo. El trabajo, para la mayoría de los seres humanos, es la principal vía a su salud, su forma de estar en el mundo. Cortar el trabajo radicalmente es también cortar vida, salud, vitalidad, para que muchos más que los contagiados por el coronavirus, se derrumben en la depresión y en la pérdida de su identidad (por el trabajo es “identidad” en nuestras sociedades).
Mis años - ya casi venerables - me permitieron vivir otra pandemia: en 1957,  (yo un preadolescente de 9 años) tenía capacidad  para entender las noticias que circulaban en los diarios, la radio y la nueva televisión: un nuevo virus, técnicamente llamado H2N2 apareció en el este de Asia, desencadenando lo que se dio en llamar la "influenza asiática". El virus, que se originó a partir de un virus de la influenza aviar, produjo muertes estimadas en 1.1 millones a nivel mundial. No recuerdo en esa época haber faltado a la escuela, tampoco recuerdo que se paralizara el trabajo en el mundo. Es que la población mundial estaba más preocupada por reconstruir las ciudades destruidas en el segundo conflicto mundial, que por la pandemia. Y en esos años se forjó, por ejemplo,  la gran reconstrucción europea.
No quiero minimizar los riesgos del coronavirus,  pero me parece importante expresar mi opinión sobre la necesidad de seguir trabajando. Cuando miro alrededor no solo veo trabajadores en seguro de paro; veo pequeños artesanos, microempresarios, comercios minoristas, bares y restaurantes cerrados. Probablemente no nos damos cuenta que el principal estrago en el momento es la pérdida del trabajo, que siempre ha sido la palanca más efectiva  de construcción y redistribución de las riquezas de una sociedad.

También quiero recordar una lectura de estos días que me ha marcado e invita a nuevas reflexiones. El autor es el filósofo italiano Giorgio Agamben, que en un artículo titulado "la invención de la pandemia" (que aparece además en el libro digital "Sopa de Wuhan", que circuló en las redes) afirma que la epidemia es una nueva escalada del Estado (o de los Estados, sin una particular referencia geográfica) hacia sistemas de excepción. Se está construyendo un "estado de pánico colectivo", donde "en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos, que ahora intervienen para satisfacerla".

Por eso celebro la actitud valiente de tantos trabajadores - desde la construcción a la pesca, desde los laboratorios a los supermercados, farmacias y estaciones de servicio;    desde la recolección de cítricos a los cultivadores hortofrutícolas (debemos recordar que la fruta y la verdura no nacen en las góndolas de las grandes superficies);



desde el transporte urbano y nacional a los funcionarios públicos en lugares esenciales - que han asumido la responsabilidad de seguir trabajando y contribuir a mantener activa la economía del país. 

A estos trabajadores, ¡Salud!
  

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