Una pregunta de Jean-Paul Sartre me cambió la perspectiva en mis años
universitarios. El gran filósofo y humanista francés se formulaba la siguiente
pregunta: “En tiempos de guerra, ¿qué debe hacer el hijo único de una madre viuda? ¿Cuidar a su
madre o ir al maquís (es decir a la
resistencia francesa contra la invasión nazi?). “No importa cuál será su
decisión - expresaba Sartre -. Su decisión siempre lo dejará dolido,
contrariado, insatisfecho”.
Lo que destaco de este planteo, es que a veces las respuestas claras y
contundentes no existen. La vida nos obliga a decidir, sabiendo que ninguna de
las opciones no dejará satisfecho.
¿Porque la pregunta de Sartre retorna a sonar en este blog? En época de
epidemia global, la pregunta se reformula bajo otra expresión: “En tiempos de
COVID-19, ¿debemos proteger la salud o el trabajo?”. Es una pregunta - que como
aquella del partisano - no tiene una respuesta sólida y cualquier opción nos traerá disconformidad.
Escucho la retórica de aquellos que afirman de modo enfático que
primero hay que proteger la salud y salvar vidas, luego preocuparse del
trabajo. Estas afirmaciones parten de la premisa falsa de querer disociar la
salud del trabajo. El trabajo, para la mayoría de los seres humanos, es la principal vía a
su salud, su forma de estar en el mundo. Cortar el
trabajo radicalmente es también cortar vida, salud, vitalidad, para que muchos
más que los contagiados por el coronavirus, se derrumben en la depresión y en la
pérdida de su identidad (por el trabajo es “identidad” en nuestras sociedades).
Mis años - ya casi venerables - me permitieron vivir otra pandemia: en
1957, (yo un preadolescente de 9 años) tenía
capacidad para entender las noticias que
circulaban en los diarios, la radio y la nueva televisión: un nuevo virus, técnicamente
llamado H2N2 apareció en el este de
Asia, desencadenando lo que se dio en llamar la "influenza asiática". El
virus, que se originó a partir de un virus de la influenza aviar, produjo muertes
estimadas en 1.1 millones a nivel mundial. No recuerdo en esa época haber faltado a
la escuela, tampoco recuerdo que se paralizara el trabajo en el mundo. Es que
la población mundial estaba más preocupada por reconstruir las ciudades
destruidas en el segundo conflicto mundial, que por la pandemia. Y en esos años
se forjó, por ejemplo, la gran
reconstrucción europea.
No quiero minimizar los
riesgos del coronavirus, pero me parece
importante expresar mi opinión sobre la necesidad de seguir trabajando. Cuando
miro alrededor no solo veo trabajadores en seguro de paro; veo pequeños
artesanos, microempresarios, comercios minoristas, bares y restaurantes
cerrados. Probablemente no nos damos cuenta que el principal estrago en el momento
es la pérdida del trabajo, que siempre ha sido la palanca más efectiva de construcción y redistribución de las
riquezas de una sociedad.
También quiero recordar una
lectura de estos días que me ha marcado e invita a nuevas reflexiones. El autor
es el filósofo italiano Giorgio Agamben, que en un artículo titulado
"la invención de la pandemia" (que aparece además en el libro digital
"Sopa de Wuhan", que circuló en las redes) afirma que la epidemia es una
nueva escalada del Estado (o de los Estados, sin una particular referencia
geográfica) hacia sistemas de excepción. Se está construyendo un "estado
de pánico colectivo", donde "en un círculo vicioso perverso, la
limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de
un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos, que ahora
intervienen para satisfacerla".
Por
eso celebro la actitud valiente de tantos trabajadores - desde la construcción
a la pesca, desde los laboratorios a los supermercados, farmacias y estaciones
de servicio; desde la recolección de
cítricos a los cultivadores hortofrutícolas (debemos recordar que la fruta y la
verdura no nacen en las góndolas de las grandes superficies);
desde el transporte urbano y nacional a los funcionarios públicos en
lugares esenciales - que han asumido
la responsabilidad de seguir trabajando y contribuir a mantener activa la
economía del país.
A estos trabajadores, ¡Salud!
muy buena reflexión
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