jueves, 4 de enero de 2018

PREOCUPADO



            Esta primera reflexión de 2018 en mi blog seguramente desentona con los centenares de mensajes digitales recibidos a fines de 2017, que pregonaban los mayores éxitos para el 2018.
            Hay poca alegría y mucha preocupación en estas líneas. El asesinato en Rivera del dirigente del Sindicato Unico del Transporte de Carga y Ramas Afines (Sutcra), el transportista Marcelo Silvera, por un disparo de un compañero de trabajo, tiñe de dolor y dudas el panorama ya complejo de nuestro sistema de relaciones laborales.
            Si el crimen tuvo - o no - que ver con la actividad sindical del trabajador asesinado lo determinarán las investigaciones. Más allá de lo que podrá comprobarse (o no) está el hecho en sí, que importa: la atribución de posibles intenciones antisindicales contra un militante de una organización de trabajadores.
            Este hecho se suma a un clima enrarecido, que anuncia una dura confrontación en las próximas rondas de los Consejos de salarios. De ello se hace eco la prensa y las redes mediáticas que amplifican todos aquellos aspectos que enfaticen el desencuentro, el choque, las posiciones distantes de los actores sociales.
            Para los que estudiamos las relaciones laborales, sabemos que existen dos modelos arquetípicos de negociación colectiva: el modelo competitivo o conflictivo y el modelo cooperativo.
            En el primero - el competitivo - el negociador apuesta a ganarlo todo: ser un ganador absoluto, a riesgo de ser un perdedor absoluto. Todo vale. El negociador intenta conseguir sus objetivos a expensas del adversario. En el modelo cooperativo (también conocido como modelo “ganar-ganar”), los negociadores buscan vías en que puedan complementarse los intereses en principio divergentes y las táctica irracionales son sustituidas con actitudes constructivas. Cada negociador sabe que es bueno que cada parte se retire de las negociaciones, sabiendo que ha ganado algo. La realidad muestra que a la larga el modelo competitivo se traduce en pérdidas para ambas partes. En el modelo cooperativo lo que no se vé - pero que importa en estrategias de futuro - es que las partes construyen condiciones de respeto recíproco, para volver a negociar en otra oportunidad.
            Si bien es cierto que nuestro sistema siempre aparentó ser muy competitivo, también debe destacarse que la estructura de los Consejos de salarios permitió hasta ahora algo no menor: cerrar negociaciones y construir condiciones para futuras negociaciones.
            Hoy el episodio de Rivera me preocupa porque puede ser el germen de un desarrollo de la violencia en las relaciones laborales. Aunque nos duela reconocerlo, vivimos una sociedad cada vez más violenta: violencia en el ámbito doméstico, violencia en los barrios, violencia en el futbol.
            Desde 1985 - luego de la Dictadura - el sistema de relaciones laborales vivió muchos  momentos de severa confrontación, pero las reglas del juego siempre excluyeron la violencia.
            Cualquiera sea la lectura que demos al hecho de Rivera - y cualquiera sean los resultados de las investigaciones - me preocupa la asociación de la violencia y las relaciones laborales.
            Existe una responsabilidad colectiva, acentuada en los dirigentes empresariales y sindicales, en los representantes del Estado y en los operadores del sistema, de “bajar la pelota al piso” y enfriar el partido. De otro modo, de no seguir el camino que dicta la razón, estoy seguro que perderemos todos.

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