miércoles, 3 de noviembre de 2021

La desconexión “dolorosa”

Es habitual alertar a un empleador desde nuestra profesión que debe extremar los cuidados relativos a la salud y seguridad en el trabajo. Cuando él nos contesta que es el trabajador, quien se quita el casco o no ata el cinturón de seguridad a una base estable, le recordamos que la empresa sigue siendo responsable en materia de seguridad, aún en el caso de las omisiones del trabajador. Lo cual ha llevado a implementar protocolos preventivos y sanciones disciplinarias en el caso de que el trabajador no colabore con el uso de los instrumentos de seguridad.

¿A que viene esta reflexión en tiempos de teletrabajo? El tema viene a cuento porque una de las características de trabajar con pantallas e instrumentos tecnológicos es que los mismos producen cierta adicción. Es algo natural al ser humano – la atracción a la luz, a la imagen en movimiento, a lo llamativo - y lo comprobamos viendo las dificultades que tenemos para apartar a  hijos y nietos preadolescente de la pantalla de un televisor, de una tablet o de un celular.

Algo similar acontece hoy en el trabajo a distancia. Como bien señala Beltrán de Heredia Ruiz, “la Red y las tecnologías de la información, con sus inputs, respuestas y recompensas inmediatas nos inducen a permanecer en un estado de multitarea mental constante, propiciando lo que los neurólogos llaman “costes de conmutación” y describiendo lo que podría denominarse como la “ecología de la interrupción”. A su vez, su poderosa interactividad con la pantalla, “exige nuestra atención de forma mucho más insistente” .

Uno de los riesgos de teletrabajar tiempos prolongados es el desarrollo de una cyberadicción o “trastorno de adicción a internet” (internet addiction disorder, IAD), patología que se manifiesta en el uso abusivo de internet y de TICs por parte del propio trabajador, que no siempre está dispuesto a que se le desconecte. 

La inmersión en flujo incesante de información, determina que “absorbamos innumerables bits de datos, los procesamos, los transmitimos de vuelta y volvemos a recibirlos” en un flujo continuo que consume tanta atención del teletrabajador, que queda atrapado de la pantalla de su procesador “como aquellas polillas atraídas por la luz en la oscuridad”,  

Concluye el autor catalán que “de hecho, (si lo han intentado, creo que sabrán a qué me refiero) la desconexión es «dolorosa»: la abstinencia no tarda en aparecer y las tentaciones de retornar al flujo son muy poderosas (de hecho, las ciberadicciones o el trastorno de adicción a internet – internet addiction disorder, IAD– son crecientes)” .

Estas consideraciones, trasladadas al tema de nuestra ponencia, indican que el empleador deberá no solo cuidar sus decisiones, sino también cuidarse de acciones del trabajador, que desea seguir conectado a los instrumentos tecnológicos, por la especial atracción de la interacción en la dimensión digital. Ello, como en el caso del obrero de la construcción que no se coloca el caso, no liberará al empleador de su responsabilidad, lo cual llevará inevitablemente a las empresas a instrumentar tecnologías que aseguren el “desenchufe” de la teleactividad, lo quiera o no el trabajador.


 

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