domingo, 15 de noviembre de 2015

LA APP-EMPRESA: ¿Y AHORA QUÉ?



Dicen que fue el poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, quien refirió a Mario Benedetti el texto de un graffiti extraordinario en un muro de Quito: “Cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”.
En estos días he seguido de cerca la posible presencia en nuestro país de UBER, la empresa internacional que proporciona a sus clientes una red de transporte a través de una “aplicación móvil” (“app”), conectando los pasajeros con conductores independientes de vehículos.
La primera vez que presté atención a la expresión “aplicación” fue en abril de este año: en un curso de posgrado en la ORT. Pregunté a los estudiantes: “¿Como imaginan el futuro en las relaciones laborales?”. Un ingeniero contestó inmediatamente: “Un futuro regulado por aplicaciones”. Sonreí, sin entender mucho, pero desde ese momento comencé a comprender que estamos rodeados de aplicaciones: Netiflix, Spotify, Whatsapp, Pedidos Ya son expresiones de en una realidad que se multiplica vertiginosamente.
Pero ha sido indudablemente el fenómeno UBER, que me ha hecho entender en esta última semana - brutalmente - el significado de los cambios que en las relaciones laborales aparejarán las “aplicaciones”. Tomé conciencia que veo seriales en Netflix o escucho música en Spotify, y que ya no piso un Videoclub o una disquería. Se abre un futuro que permite imaginar que dentro de dos años habremos vendido nuestros autos, porque será más económico y cómodo tener un auto con chofer a disposición, convocado inmediatamente por celular.
En el diario de la mañana leo que la Patronal de taxímetros recauda fondos y prevé acciones durísimas contra la implementación de UBER. Sonrio y recuerdo el movimiento Luddista, conformado por aquellos obreros que a fines del siglo XVIII y guiados por el obrero tejedor Ned Ludd pretendian destruir las máquinas a golpes de martillo.
Lo que hagamos contra las aplicaciones podrá detenerlas meses, quizàs uno o dos años, pero es evidente que arrasarán como un tsunami las relaciones laborales contemporáneas.
Pienso a lo estudiado e investigado en los últimos treinta años con relación a la tercerización de la empresa. Probablemente dentro de una década recordaremos la empresa tercerizada como una expresión del pasado, así como hoy recordamos el industrialismo como una etapa de la evolución de la historia del trabajo.
La revolución de las aplicaciones significa la aparición de una nueva empresa – la app-empresa – que ha perdido toda materialidad. Como por arte de magia, la empresa desaparece de todo lugar físico y se coloca en la “nube”, algo nuevo para nosotros: detrás de este proceso se esconde la más avanzada forma de irresponsabilidad global en la esfera laboral.
¿Que hacer? ¿Como actuar? ¿Como disciplinar las aplicaciones al derecho de cada país con una realidad, que difícilmente podremos controlar?
Éstas – las aplicaciones – tienen un mensaje seductor y engañoso: nos hacen sentir importantes como consumidores y apuntan a nuestro perfil más individualista: pagar menos, disfrutar más, acceder a lo nuevo. Pero olvidamos que, además de consumidores, somos trabajadores. Si no imaginamos rápidos cambios de estrategia en las relaciones laborales, el futuro marcará cada vez más consumidores, que ya no podrán consumir, porque perdieron su trabajo.
No tengo respuestas inmediatas: nos cambiaron las preguntas. Hay que replantearse todo de vuelta: el trabajo, las tutelas laborales, la distribución de la renta, la contención social. Más que celebrar la llegada de las aplicaciones, el momento obliga a pensar rápidamente para entender y enfrentar el futuro inmediato de las relaciones laborales. Agrego: esto no es un tema de trabajadores o sindicatos; es un temas de todos: Estado, trabajadores, sindicatos y empresas (especialmente las pequeñas y medianas, que son siempre nacionales).

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