El ser humano necesita rendir (y rendirse) cuentas a lo largo de su vida.
Para ello ha construido idealmente divisiones de tiempo – los años -, que
marcan el comienzo y el fin de cada período. Son estos mojones que se vuelven
la ocasión propicia para la reflexión y los proyectos futuros.
Considero que el año 2016 fue un “año bisagra” para las relaciones laborales:
hasta ayer operó un modelo que – aún influenciado desde la década de los ’90 por
fuertes cambios tecnológicos – mostraba al ser humano como elemento central del
sistema. El “año bisagra” trajo los llamados cambios “disruptivos” (palabra que no existía en mi vocabulario y
que llegó para quedarse), que colocaron la máquina – a la par que el hombre - en
el centro del sistema. Las aplicaciones, los robots, la Industria 4.0, el
celular devenido un timón de nuestra vida cotidiana, han adquirido tal
centralidad en la sociedad, que plantean un nuevo modelo de relaciones
laborales, que nos muestra la “cooperación” cada vez más acentuada entre
tecnologías avanzadas y seres humanos. Entendemos la fuerza de estos cambios, pero
aún no sabemos establecer reglas de convivencia.
Colegas que siguen este blog, me informan sobre nuevas máquinas que van
sustituyendo al trabajo humano: ya no necesitaremos cajeros para pagar las
cuentas en el supermercado, los drones de Amazon nos traerán rápidamente los
productos adquiridos, en España máquinas sofisticadas ayudarán a barrer las
calles. En mi celular habla una nueva voz española que me indica donde la
Intendencia colocó los radares de velocidad. He elegido la voz española por
obvias razones, pero nada me impide escuchar una voz inglesa, japonesa o búlgara.
Para la máquina sonora no es problema.
La robótica y los flujos
de datos habilitan a desarrollar nuevas investigaciones y construir nuevas
disciplinas: la medicina regenerativa, la ingeniería genética, la mecatrónica,
etc.
El desafío del 2017 es como
“pensar” el futuro de las relaciones laborales y –en lo que a mí respecta - del
derecho del trabajo. Los relacionistas estamos acostumbrados a pensar en
término de seres humanos, no de máquinas. Pero hoy no podemos ignorar el
impacto de éstas: las transformaciones tecnológicas no solo sustituirán mano de
obra, sino que crearán nuevas y diferentes formas de trabajo; acortarán
probablemente los tiempos de los vínculos laborales; promoverán expresiones
distintas de autonomía y de dependencia; obligarán a construir modelos de
gestión de trabajo “colaborativo” entre máquinas y personas. Sabemos (o por lo
menos, intuímos) lo que se avecina, pero no son claras las opciones para
encarar los cambios en materia de relaciones laborales y derecho del trabajo.
Hace algunos años, a
comienzo de este siglo, criticaba al Derecho del trabajo
por ser un derecho “exclusivo y
excluyente”: exclusivo porque solo es el derecho que regula el trabajo
subordinado; excluyente porque no admite regulación alguna de otras formas de
trabajo, que no sean las subordinadas. ¿Realmente existió la
llamada “fuga del Derecho del trabajo” o nuestra disciplina se fue
autolimitando ante las nuevas formas de trabajo que iban apareciendo?
Sin
cambios, la crisis del trabajo subordinado arrastrará inevitablemente en su
caída al Derecho del trabajo, con una importante consecuencia: la pérdida de
valores del Estado social. En efecto, más que el Derecho del trabajo, lo que
está en juego es la sostenibilidad del Estado social. ¿Debemos imaginar relaciones
laborales concentradas en la figura del trabajador asalariado o desarrollar
ideas que permitan consolidar un nuevo Estado social (donde ya no estamos
solos, porque la máquina es nuestra compañera de ruta), a partir de su redefinición?
Ante
los cambios de un modelo económico y social – en el que las máquinas y los
seres humanos se acostumbrarán a convivir – nos perdemos en nuestros laberintos
académicos. Transitamos por corredores conocidos, que sin embargo no nos llevarán
hacia ninguna salida.
¿Cómo
salir del laberinto, cómo abrir la cabeza a las nuevas realidades? Toda receta
necesariamente debe generarse a partir del diálogo. No existen recetas
personales; es la discusión, el intercambio de ideas y de percepciones de la
realidad, el trabajo en grupo, lo que nos permitirá encontrar salidas. Entre
todos debemos abrir rutas hacia las nuevas fronteras del trabajo; entender que
las realidades laborales apuntan menos a fenómenos como la categoría, los
tiempos fijos, el lugar de trabajo, la relación autonomía/subordinación, y prestar
la atención a objetivos menos transitados, como a) la no discriminación; b) el
derecho a la formación profesional; c) el principio del libre acceso al
trabajo; d) el derecho a la protección contra toda forma de violencia en el
trabajo; e) el derecho a la protección de la salud y a gozar de un adecuado
medio ambiente de trabajo, independientemente de la calidad de trabajo que se
ejerza; f) el derecho a la conciliación entre el trabajo y la vida familiar.
El riesgo
es que el Derecho del trabajo – sólida rama jurídica del pasado – se vuelva una
vieja caja de herramientas, sin capacidad para poder reparar las nuevas
realidades laborales. Así como un martillo o un destornillador tradicional no
podrían ajustar una computadora, el Derecho laboral encuentra numerosas
dificultades para regular la nueva organización virtual del trabajo. Su futuro
es incierto, salvo que podamos aceptar la postmodernidad, redefinir el Estado
social y reformular a su vez las tutelas laborales, en defensa de los nuevos
trabajadores, que seguirán siendo en su gran mayoría “contratantes débiles”
ante empresas cada vez más poderosas.
Auguro que el 2017 esté
marcado por un debate amplio – de todos
con todos – en el cual, los jóvenes tengan un rol mucho más activo y protagónico
de lo que ha sido la tradición (especialmente en los países latinoamericano):
son ellos que – nacidos “en” las nuevas tecnologías – viven y conocen mejor las nuevas
realidades. Por lo tanto todo debate, todo encuentro (y… desencuentro) deberá reconocer
la ineludible participación de los jóvenes, quienes mejor conocen el escenario
tecnológico que rodea las nuevas relaciones laborales y los problema (y
ventajas) que la nueva realidad apareja.
Éste es en definitiva el augurio – un augurio
“laboral” - para el 2017.
Al leer este articulo recorde que hace unos años atrás (10 años aprox.) Trabaje en el call center d antel y recuerdo toda la problematica del ambiente laboral que existia en aquel momento, hace un par de dias llamé al 122 (informes de guia) y no me respondio un operador/a sino un programa que reconoce la voz y hace la busqueda automatica... realmente me sorprendi! Pero esta es la realidad la tecnología crece a pasos agigantados, esta entre nosotros y sustituye en puestos laborales al ser humano.
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