La semana pasada, la sede de la centrar sindical italiana CGIL (la conocida Confederazione Generale Italiana del Lavoro) fue atacada y vandalizada por grupos anti-vax, con presencia de líderes de extrema derecha, que se oponían a los “pases verdes” vueltos obligatorios en el País para todos los trabajadores. El ataque no fue casual: entiendo que se quiso golpear a una de las instituciones de trabajadores más fuertes que existen en el país, que ha acompañado la vida democrática del país desde la segunda posguerra hasta el presente. El ataque a la CGIL fue un ataque al Estado, expresado en la institucionalidad de uno de los mayores actores sociales. Por si quedaran dudas, los anti-vax atacaron también Montecitorio, sede de la Cámara de Diputados.
Sigo con atención la acción de los anti-vax italianos, que parece ser expresión de un estado de locura global, que encuentra en la pandemia una oportunidad de desahogo. La expresión “anti-vax”, de origen inglés. indica aquellas personas o grupos, que no aceptan ser vacunados y al mismo tiempo alientan otros a no hacerlo. No lo hacen en base a criterios científicos, sino como oposición a lo que consideran la “dictadura sanitaria del Estado”.
Si bien existe un “link”, por lo menos en Italia, entre estos movimientos y determinados sectores políticos de tendencia neo-fascista, me preocupan las causas de esta “rabia” colectiva que parece extenderse a lo largo del planeta, sin definidos colores ideológicos. En mi opinión, la sociedad del bienestar – o para otro, como el filósofo Byung-Chui Han – nuestra “sociedad del exceso”, está generando cada vez más una generación de jóvenes, carentes de todo tipo de solidaridad y de ideologías de sostén. Es cierto que existen lineas políticas que buscan su provecho en estas situaciones, pero me parece que el tema es más complejo. Lo vinculo a la rabia de tantos jóvenes que no logran insertarse en la sociedad, en la que viven. Es la misma rabia de quien raya la pintura del coche con un llave o ensucia con el aerosol las paredes de un museo con graffiti insolentes o quien incendia un contenedor de la basura...
Los “anti-vax” del mundo son en primer lugar “anti-todo” y no constituyen un fenómeno solo italiano. Lo observo en las revueltas de los “gilets jaunes” (los llamados chalecos amarillos), aquel movimiento de protesta nacido en los social networks en noviembre de 22018, que provocó manifestaciones y choque duros con la policia. En aquellas oportunidad fue el aumento de la nafta, en éste es la oposición a la vacuna, pero la rabia es la misma.
El lunes la violencia volvió a azotar a Chile en el aniversario de los hechos de octubre del 2019 y – como hace dos años - se registraron saqueos, enfrentamientos con la Policía e incendios de casas y muebles tirados a la calle.
Veo es estos fenómenos la expresión transversal de un anarquismo desordenado y sin claros fundamentos ideológicos. Como dijeron los anti-vax italianos al atacar los locales de la CGIL – ataque que incluyó el hackeó de la web de la organización sindical – queremos “la progresiva destrucción del poder del Estrado” y proclamamos la necesidad de una “reconstrucción del sistema institucional al servicio del ciudadano”. Son expresiones algo huecas, sin claros proyectos políticos y ... prácticos.
El ataque a la “dictadura sanitaria” es la forma de gritar contra una serie de problemas – el desempleo, los emigrantes, la explotación del trabajo en negro, la seguridad pública, la marginación social– que provoca espanto a nivel global. Por una parte “políticos iluminados” prometen resolver rápidamente los problemas de la sociedad; por la otra, los jóvenes gritan su rabia hacia un sistema, que los va excluyendo..
La revuelta de los anti-vax de Italia, o los hechos de Santiago de Chile de ayer, no solo son la locura de unos pocos: podría ser los síntomas de una sociedad enferma. Si por una parte, hay que actuar para contener estas expresiones de odio contra el o los sistemas, por el otro es necesario entender y profundizar las causas de la enfermedad.
Recuerdo una película interesante de Bergman – “El huevo de la serpiente” – que se desarrolla en una Berlín de 1923, que muestra los primeros síntomas del nazismo ascendiente, a quien pocos prestaban atención. El riesgo hoy es – precisamente - no prestar atención a los síntomas.
Mientras escribo, pienso a tantos adolescentes pegados a la pantalla del celular o de la tablet, donde influencers de you-tube prometen productos de todo tipo, a los que solo pocos de ellos podrán acceder. Desde la frustración profunda de estos adolescentes bombardeados por un consumo inalcanzable a la rabia de los “anti-todo”, no es tan larga la distancia.
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