Entre los problemas más complejos
que deberán resolver el Derecho del Trabajo y las Relaciones Laborales en los
próximos años, será como acompañar cambios extraordinarios de los modos de
producción, sin permitir que estos impliquen el crecimiento del desempleo, la
informalidad y la pobreza.
El tema es tan complejo, que nadie
tiene certezas absolutas sobre la evolución de las tecnologías y sus
consecuencias sobre el trabajo. Lo que me parece claro es que vivimos la etapa
de la decadencia del modelo de fábrica y de trabajador subordinado y asalariado,
que caracterizó los últimos dos siglo y medio. Sobre esta idea – la temporalidad
del trabajo subordinado y la fábrica – ya reflexionaba hace quince años en la
primera edición de “La Contratación Atípica” y concluía que, así como el
trabajo asalariado tuvo una fecha de nacimiento (mediados del siglo XVIII),
nadie podía excluir su decadencia y fin: “cada forma de trabajo – escribía - tuvo su
génesis, su organización, su desarrollo y su decadencia”.
Coincidentemente con estas
reflexiones, aunque desde una perspectiva más vinculada a las tecnologías,
escribe Juan Grompone (ingeniero y novelista muy conocido) en el prólogo del
excelente libro “Disrupción, Economía compartida y Derecho”, que bajo la
coordinación del colega Gustavo Gauthier, ha sido presentado días pasados al
público (y por supuesto recomiendo su adquisición).
Grompone escribe: “En la nueva
organización de la sociedad aparecen al menos dos nuevos tipos de trabajadores:
los teletrabajadores, que trabajan a distancia para una organización distante y
virtual; y los trabajadores independientes, propietarios de sus medios de
producción, que no pueden ser asimilados a empresarios, porque no emplean
asalariados, nos son asalariados y tampoco son profesionales liberales” Agrega
que las nociones de fábrica, empresario o asalariado entrarán progresivamente
en crisis.
La
afirmación de Grompone me dispara una imagen: estamos regresando al trabajo del
artesano – o locatio operis, expresión
de la antigua Roma – quien ofrece en el mercado el fruto de su trabajo (bien o servicio) a cambio
de un precio (asumiendo todos los riesgos de su producción). La única
diferencia es que el artesano del futuro no manejará un pequeño telar o no
moldeará vajillas para venderlas en el mercado, sino que trabajará en su laptop
y con su celular para vender otra clase de bienes y servicios.
El regreso
del artesano – cybernético, pero artesano al fin - ¿significará un avance o un
retroceso? No tengo idea; pero tampoco tengo dudas que se producirá el cambio,
sin posibilidad de resistirlo. Tampoco ello quiere decir que pasaremos a formas
de trabajo de calidad inferior al trabajo asalariado. Todo dependerá en gran
medida de la calidad del servicio o producto que el nuevo trabajador
independiente ofrecerá en el mercado. Su precariedad o su éxito dependerán más
de la forma como logró construir su profesionalidad y de su atención al
contexto en el que actuará. Habrá trabajo artesanal/virtual requerido y
premiado en el mercado, y trabajo precario y pobre, como siempre lo ha habido
en la historia de la humanidad.
En esta línea, nuevas preguntas se
despliegan en mis reflexiones: ¿como se organizará el trabajo autónomo del
futuro? ¿Existirán sindicatos que reúnan a trabajadores independientes en
función de su profesionalidad, como los hacían las Corporaciones del
Renacimiento? ¿La seguridad social estará preparada para trabajos que puedan
más fácilmente eludirla? ¿Será posible construir solidaridades a la distancia?
¿Qué de la cuestión de la salud laboral?
Considero que no debemos oscilar
entre el pesimismo y el optimismo, sino entender que los cambios inevitablemente
llegan: el tren (o tren-bala de la modernidad) parará en pocas estaciones y
solo los más preparados subirán a él. Para ello el más grande de los desafíos
es construirla propia empleabilidad: entender hacia donde apuntan las
exigencias del mercado, desarrollar aptitudes requeridas por los usuarios de
productos y servicios, avanzar a la rapidez de los cambios tecnológicos: no
habrá lugar para los artesanos no adecuadamente tecnificados. Estas
afirmaciones podrán parecer duras, pero más duro será el futuro, ni no lo
prevenimos.
Hay un
contraste significativo entre la primera y la segunda película de “Volver al
Futuro”. En “Volver al futuro 1”, el protagonista vuelve al pasado para cambiar
el presente; en “Volver al futuro 2” viaja al futuro, para entender el presente.
Creo que es ésta segunda película la que nos permitirá sobrevivir. Debemos
entender hoy como será el futuro, para no dejarnos arrastrar por las incógnitas
que nos esperan.
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