jueves, 7 de julio de 2016

VOLVER AL FUTURO: EL RETORNO DEL ARTESANO



            Entre los problemas más complejos que deberán resolver el Derecho del Trabajo y las Relaciones Laborales en los próximos años, será como acompañar cambios extraordinarios de los modos de producción, sin permitir que estos impliquen el crecimiento del desempleo, la informalidad  y la pobreza.
            El tema es tan complejo, que nadie tiene certezas absolutas sobre la evolución de las tecnologías y sus consecuencias sobre el trabajo. Lo que me parece claro es que vivimos la etapa de la decadencia del modelo de fábrica y de trabajador subordinado y asalariado, que caracterizó los últimos dos siglo y medio. Sobre esta idea – la temporalidad del trabajo subordinado y la fábrica – ya reflexionaba hace quince años en la primera edición de “La Contratación Atípica” y concluía que, así como el trabajo asalariado tuvo una fecha de nacimiento (mediados del siglo XVIII), nadie podía excluir su decadencia y fin: “cada forma de trabajo – escribía - tuvo su génesis, su organización, su desarrollo y su decadencia”.
            Coincidentemente con estas reflexiones, aunque desde una perspectiva más vinculada a las tecnologías, escribe Juan Grompone (ingeniero y novelista muy conocido) en el prólogo del excelente libro “Disrupción, Economía compartida y Derecho”, que bajo la coordinación del colega Gustavo Gauthier, ha sido presentado días pasados al público (y por supuesto recomiendo su adquisición).
            Grompone escribe: “En la nueva organización de la sociedad aparecen al menos dos nuevos tipos de trabajadores: los teletrabajadores, que trabajan a distancia para una organización distante y virtual; y los trabajadores independientes, propietarios de sus medios de producción, que no pueden ser asimilados a empresarios, porque no emplean asalariados, nos son asalariados y tampoco son profesionales liberales” Agrega que las nociones de fábrica, empresario o asalariado entrarán progresivamente en crisis.

La afirmación de Grompone me dispara una imagen: estamos regresando al trabajo del artesano – o locatio operis, expresión de la antigua Roma – quien ofrece en el mercado el fruto de su trabajo (bien o servicio) a cambio de un precio (asumiendo todos los riesgos de su producción). La única diferencia es que el artesano del futuro no manejará un pequeño telar o no moldeará vajillas para venderlas en el mercado, sino que trabajará en su laptop y con su celular para vender otra clase de bienes y servicios.


El regreso del artesano – cybernético, pero artesano al fin - ¿significará un avance o un retroceso? No tengo idea; pero tampoco tengo dudas que se producirá el cambio, sin posibilidad de resistirlo. Tampoco ello quiere decir que pasaremos a formas de trabajo de calidad inferior al trabajo asalariado. Todo dependerá en gran medida de la calidad del servicio o producto que el nuevo trabajador independiente ofrecerá en el mercado. Su precariedad o su éxito dependerán más de la forma como logró construir su profesionalidad y de su atención al contexto en el que actuará. Habrá trabajo artesanal/virtual requerido y premiado en el mercado, y trabajo precario y pobre, como siempre lo ha habido en la historia de la humanidad.
            En esta línea, nuevas preguntas se despliegan en mis reflexiones: ¿como se organizará el trabajo autónomo del futuro? ¿Existirán sindicatos que reúnan a trabajadores independientes en función de su profesionalidad, como los hacían las Corporaciones del Renacimiento? ¿La seguridad social estará preparada para trabajos que puedan más fácilmente eludirla? ¿Será posible construir solidaridades a la distancia? ¿Qué de la cuestión de la salud laboral?
            Considero que no debemos oscilar entre el pesimismo y el optimismo, sino entender que los cambios inevitablemente llegan: el tren (o tren-bala de la modernidad) parará en pocas estaciones y solo los más preparados subirán a él. Para ello el más grande de los desafíos es construirla propia empleabilidad: entender hacia donde apuntan las exigencias del mercado, desarrollar aptitudes requeridas por los usuarios de productos y servicios, avanzar a la rapidez de los cambios tecnológicos: no habrá lugar para los artesanos no adecuadamente tecnificados. Estas afirmaciones podrán parecer duras, pero más duro será el futuro, ni no lo prevenimos.

Hay un contraste significativo entre la primera y la segunda película de “Volver al Futuro”. En “Volver al futuro 1”, el protagonista vuelve al pasado para cambiar el presente; en “Volver al futuro 2” viaja al futuro, para entender el presente. Creo que es ésta segunda película la que nos permitirá sobrevivir. Debemos entender hoy como será el futuro, para no dejarnos arrastrar por las incógnitas que nos esperan.

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