Los avances de la inteligencia
artificial son asombrosos. No siempre es sencillo entenderlos, pero un ejemplo reciente me ha llamado la
atención: Lee Sedol, campeón mundial
de Go, un juego asiático milenario, perdió 3 a 0 contra una computadora. Lee Sedol, que en su país,
Corea del Sur, es toda una celebridad – informa el diario Clarin - ganó 47
torneos invicto, incluyendo 18 trofeos internacionales y se lo conoce como “el
Roger Federer del Go”. El “Go” no es cualquier juego: sus estrategias dependen
también de la intuición y las emociones del jugador. La máquina Alpha Go es
capaz de analizar unos 30 millones de
movimientos y evalúa patrones que pueden marcar una buena o mala jugada. Su
victoria fue contundente.
La noticia me impacta y obliga a
leer más sobre la llamada inteligencia artificial. ¿Es posible que una máquina además
de obrar con inteligencia, pueda manejar emociones e intuiciones humana? ¿Las
perspectivas del trabajador del futuro (de un futuro cada vez más cercano) será
trabajar en forma subordinada para una máquina? ¿Cuáles vínculos contractuales se
establecerán entre el empleador mecánico y el trabajador humano?
Pero
vayamos por partes: ¿Què es la inteligencia artificial?
El teórico Nils Nillson nos indica
que cuatro son los pilares
básicos en los que se apoya la inteligencia artificial:
a) Búsqueda del datos que permitan
optar entre todas las acciones
posibles
c) Redes neuronales artificiales (análogo
al funcionamiento físico del cerebro de animales y humanos)
Nillson
agrega que la inteligencia artificial tiene sensaciones, percepciones y a
partir de ellas actúa: Esas sensaciones y percepciones son obtenidas por sensores físicos y sensores mecánicos en
máquinas, pulsos eléctricos u ópticos en computadoras, a través deentradas y salidas de bits de un software y
su entorno software.
Las palabras del experto me
preocupan, pero también me confunden. Entiendo poco. Lo que sí logro deducir es
que la inteligencia artificial del futuro estará alimentada por millones de
datos, que permitirán a los algoritmos elegir la opción estratégicamente más
racional en cualquier proceso (médico, financiero, laboral, etc). Lo que define la inteligencia artificial de
las comunes tecnologías de la información y la comunicación, es que ella será
capaz en base a la información acumulada, tomar decisiones precisas. No será ya
el médico que decida como y cuando operar, sino que será la máquina quien dará
las instrucciones al profesional, para que su intervención tenga las mayores
probabilidades de éxito.
Leo en el periódico digital La Vanguardia
Cultural: “El expero Ray
Kurzweil, expresa que en el año 2040 emergerá la singularidad, una
nueva especie producida por la fusión del ser humano con la tecnología.
Kurzweil no es un escritor de novelas de ciencia ficción, sino el director de
investigaciones de Google. Un peso pesado. Cada vez se habla mas de transhumanismo. Luc Ferry, un conocido intelectual
francés, ex ministro de educación, acaba de publicar un voluminoso libro con
ese título. El núcleo del transhumanismo es la “ampliación de la naturaleza
humana” en su aspecto biológico y su aspecto intelectual. La Inteligencia
Artificial es la gran protagonista. Hemos entrado en la era de los algoritmos
perfectos”.
La pregunta obvia es como nos prepararnos
para esta nueva etapa de la humanidad; como educar y para que; como sobrevivir
a la máquina y no volverse dependientes de sus procesos.
El gran desafío del hombre es
rescatarse, al rescatar tus valores, sus competencias, su empatía con los demás
seres humanos. Pero para ellos deberemos implementar tácticas de supervivencia,
cambiar nuestro paradigma educativo construido en función del industrialismo
clásico; volvernos socios de un futuro que aunque no logramos entender
plenamente, podrá también producir bienes,
servicios, curas médicas, entretenimientos, opciones que mejoren nuestras vidas.
Es cierto
que la máquina artificial podrá darnos órdenes, pero también es cierto que
detrás de esa máquina seguirá existiendo la mano del hombre que la construye y
la dota de poder.
Lo peor es
quedarse sentado, ser fatalista, imaginar que los que leemos y escribimos es
temas para otra gente y otros países. Los algoritmos están alcanzando las
relaciones laborales y pretendemos
entenderlos leyendo el manual de Frederick Taylor del año 1915.
Mientras
elaboramos asignaturas con la mira puesta a lo tradicional, ¿porque no promover
talleres, estudios, investigaciones, que nos permitan mirar de pié hacia los
cambios laborales que se avecinan?
Querido Juan:
ResponderBorrarNo tienes compasión por los amigos. Infundirnos miedo por la relación entre la inteligencia artificial y el trabajo, en plenas vacaciones es, por decir lo menos, sádico. Pero ya entrados en gastos, en un ejercicio de masoquismo, comparto contigo y con tus destinatarios algunas reflexiones.
El problema de las máquinas con sentimientos fue planteado por Stanley Kubrick en “2001: Odisea del espacio”, con ese personaje maravilloso que fue la computadora Hall 9000. La película se estrenó en 1968, pero se basó en el cuento “El centinela” de Arthur C. Clarke, escrito en 1948 (Wikipedia), de manera que la preocupación va ya, cuando menos, para unas siete décadas. No soy aficionado a la ciencia ficción, pero no dudo que lo hayan sugerido antes otros autores.
No creo que las máquinas puedan desarrollar sentimientos, en el sentido de afectos que no estén ligados a alguna racionalidad, pero no descarto que los sentimientos de los seres humanos no respondan a determinadas racionalidades que no conocemos o no acabamos de explicarnos. De ser así, no habría mayores diferencias, en tanto que los sentimientos de las máquinas inteligentes serían generados por algoritmos semejantes a las operaciones mentales que causan los de los seres humanos. Una mala programación, demasiado parecida a nuestro proceder, llevaría a las máquinas a odiar y discriminar a quienes no concuerden con las instrucciones que deben seguir.
Supongo que ocurre algo parecido con la intuición, que en el hombre debe responder a conocimientos que están en el subconsciente o algo así. Con la cantidad de información que puede guardar hoy una máquina, esas respuestas estarían más a la mano, por así decirlo y no necesitaríamos recurrir a la intuición, como una explicación que nunca resulta del todo satisfactoria.
Al menos en principio, trabajar para una máquina suena mal, pero quizás no sea peor que hacerlo para muchos empleadores. Todo dependería de la programación de la máquina, fundamentalmente respecto del tipo de racionalidad que la dirija. Si se trata de una racionalidad con arreglo a una ganancia patrimonial a corto plazo, se parecería demasiado a nuestros patrones latinoamericanos; si se trata, en cambio, de una racionalidad con arreglo a una sociedad más feliz, a largo plazo, el resultado sería mucho mejor que lo que hoy tenemos en cualquier parte del mundo. El problema es que al final del camino, serán los empresarios los propietarios de esas máquinas y, por lo tanto, los que fijarán las características de su racionalidad. Me temo que muy pocos se inclinarían por la felicidad a largo plazo.
Un abrazo.
Carlos de Buen Unna