Regreso a las páginas del blog,
luego de un período de descanso, preocupado por un tema cada vez más alarmante:
las nuevas y más profundas transformaciones del trabajo y su influencia en el
derecho del trabajo y las relaciones laborales.
Hace dos semanas se desarrolló en
la pintoresca ciudad de Davós, la cumbre anual que lleva su nombre, oportunidad
en la que Jefes de Estado, especialistas de economía, líderes empresariales, periodistas e intelectuales
analizan los problemas más apremiantes que enfrenta el mundo.
El Foro de Davós se reúne desde el
año 1991 y si bien es considerado una expresión de la visión empresarial en la
época actual y responsable de las políticas neoliberales de los años ’90, debe
admitirse que es seguido con atención por los políticos y operadores económicos
de todo el mundo.
Los datos
de la edición 2016 indican que “al menos siete millones de empleos pueden perderse en los próximos
cinco años por las transformaciones, que la Economía mundial va a padecer y que el Foro
Económico Mundial denomina
la “cuarta revolución industrial” (ver Diario La Vanguardia – Periódico catalán
de Economía).
¿Que
alcance tendrá una cuarta revolución industrial?
Recordemos
que en las relaciones laborales es habitual hablar de tres revoluciones
industriales:
a) la del primer
maquinismo, en 1766 cuando James Watts inventó la máquina a vapor;
b) la
segunda revolución industrial – a partir de 1915 – con la difusión de los
criterios de producción del taylorismo-fordista;
c) la
tercera revolución industrial, a partir de los años ’80 del siglo pasado,
marcada por las nuevas tecnologías de la comunicación, que permitieron la
tercerización de la empresa tradicional, el teletrabajo y la expansión de
nuevas formas de trabajo independiente o semi-independiente.
El informe
de Davos 2016 anuncia dos tendencias que estarían marcando la nueva (¿cuarta?)
revolución industrial: a) la automatización, que hará perder aproximadamente siete
millones de empleos “de oficina”; b) el desarrollo en las áreas de inteligencia
artificial, robótica, nanotecnología e impresión 3D.
Las nuevas
tecnologías permitirán crear en esos sectores dos millones de nuevos puestos de
trabajo. La matemática es sencilla: en el sector “oficinas” cinco millones de
trabajadores perderán su empleo y con ello su salario, su estabilidad, sus
expectativas de una seguridad social digna.
Seguramente
las proyecciones en todo el sistema global de relaciones laborales alcanzarán
cifras angustiantes, difíciles de prever
Si bien
podemos discrepar con las ideas económicas del Foro de Davos, sus conclusiones
en materia de desaparición de puestos de trabajo nos parecen compartibles. Y no
nos hagamos ilusiones: esas pérdidas afectarán a nosotros, a nuestras familias,
a nuestra sociedad. Es cierto, habrá quienes saldrán favorecidos. Seguramente
serán aquellos que por los estudios realizados y por competencias específicas
tendrán acceso a los nuevos trabajos. Pero la gran mayoría quedará barrida por
un progreso cuya rapidez no permite la recalificación adecuada de millones de
trabajadores.
Mi
sensación es que la cuarta revolución industrial bajo el ropaje de la
modernidad nos retrotraerá a los comienzos del primer maquinismo, con la única
diferencia que ya no será el capital material el principal símbolo del poder y
la riqueza, sino el capital intelectual, los conocimientos, las habilidades personales,
en un mundo que se construirá a partir de un exacerbado individualismo, defendido
como expresión de una nueva ética del progreso: éxito para los fuertes; exclusión,
pobreza e ignorancia para los débiles.
¿Es ese el
triste y recurrente destino de la humanidad. ¿Como prepararnos, como reaccionar
a la cuarta Revolución industrial? ¿Como el derecho del trabajo y las
relaciones laborales podrán construir solidaridad entre trabajadores por una
fuerte autonomía personal?
Y
moviéndonos con criterios menos intelectuales y más realistas: ¿como se
protegerán los derechos elementales a la vida, a la salud, a la alimentación de
sectores cada vez más amplios de desempleados? ¿Cual será la proporción entre
empleador activos y pasivos (desempleados y ancianos) en nuestros sistemas de
seguridad social?
(esta historia – como suele decirse - seguirá).
Tremendamente sugestivo estimado Juan. Hay un par de elementos que pienso deberíamos empezar a vincular con la realidad futura del derecho del trabajo. La primera es el cambio climático y la segunda es lo que se ha conocido como el "peak oil", es decir, el momento en que el planeta empieza a extraer menos petróleo del que vende, lo cual nos colocaría, dicen los expertos en la materia, en una curva descendentes de ese recurso finito, y por lo tanto en un paulatino encarecimiento de los precios del petróleo. En un momento en el que los precios están en uno de los puntos más bajos de la historia, resulta difícil imaginarse ese escenario. Pero creo que precisamente una de las virtudes de tu artículo, es precisamente permitirnos encender las "luces largas" y prepararnos para el camino que tendremos que recorrer. El petróleo barato tiene un impacto directo en toda la producción y la comercialización. Por un precio ínfimo se reemplaza lo que de otra manera requeriría el trabajo, pesado de muchísimas personas. Si alcanzamos el peak oil y además el planeta nos recuerda que hará lo necesario para "limpiar" nuestros abusos para con él, entonces, la realidad sobre la cual se desarrolla el derecho del trabajo, tal y como lo conocemos, no será más. Qué implica esto exactamente, no lo se. Puede implicar oportunidades y amenazas. Pero creo que la reflexión que nos propone tu artículo, es un camino más que adecuado para empezar a pensar el derecho del trabajo en esa nueva realidad.
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