Comencé en febrero con este “blog”: una experiencia absolutamente
nueva para mi, pero que me ha deparado a lo largo del año el necesario estímulo
para la reflexión y me ha permitido mantener el contacto con estudiantes, docentes,
amigos universitario de éste y otros países.
El blog a veces se duerme, otras veces es muy exigente, como ahora:
cuando ya falta muy poco tiempo para los últimos minutos de este año 2015.
Mientras
escribo, canta el conjunto Mecano, cuya música (años noventa) no he dejado de
escuchar pese a que hoy sus tres componentes – Ana, José y Nacho – estén separados:
"... cinco minutos más para la cuenta
atrás.
hacemos el balance de lo bueno y malo
cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Marineros, soldados, solteros, casados,
amantes, andantes y alguno que otro
cura despistao..."
hacemos el balance de lo bueno y malo
cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Marineros, soldados, solteros, casados,
amantes, andantes y alguno que otro
cura despistao..."
Mi última reflexión del año no será sobre lo que
ha acontecido en el 2015 en materia de relaciones laborales: sobre ello algunas
de las entradas del blog transmiten
mis opiniones. Quiero en cambio dedicar estas líneas al nuevo año, que - por lo
menos en materia de relaciones laborales - impone temores.
La idea
no es mía, sino de mi querido profesor de la Universidad de Bologna, Umberto
Romagnoli, quien a fines de octubre de este año afirmó: se cierra una fase
histórica de las relaciones laborales y nos encontramos en el medio de una
transición densa de incógnitas.
Los
fenómenos nuevos de las “aplicaciones” están revolucionando el mundo del
trabajo; los acelerados cambios tecnológicos vuelven obsoletas las calificaciones
profesionales del pasado; seguimos estudiando con la mirada hacia atrás, sin
prepararnos hacia un futuro, que es difícil definir y “aprehender” (...con la “h”).
Un futuro que está esperándonos detrás de la puerta y que como dice el profesor
italiano, está cargado de incógnitas.
Adrián
Todolí Signes, del Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
de la Universidad de Valencia, escribe: “Las
nuevas plataformas virtuales están cambiando la forma en la que se presta
servicios. La tecnología está trasformando las organizaciones empresariales de
forma que el trabajador subordinado es menos necesario. Un nuevo tipo de
empresas –“on demand economy” “uber economy”– se dedican a conectar al cliente
directamente con el prestador de servicios. De esta forma, estas compañías
desarrollan su principal actividad a través de trabajadores autónomos. En este
contexto, el Derecho del Trabajo se enfrenta a su mayor desafío, teniendo que
regular una realidad muy diferente a la existente en el momento en el que fue
creado”.
Hemos recordado hace algunas semanas que la metamorfosis del
trabajo muestra una nueva empresa, que logra desprenderse de toda materialidad:
nada de fábricas u oficinas, nada de máquinas, nada de... trabajadores. La
empresa virtual llega, para quedarse y muchos miran el fenómeno desconcertados
y silenciosos.
Leo en el
portal de AEBU sobre la ley de inclusión financiera y la sensación que tengo
como lector es que la ley es buena en opinión del sindicato, quizàs porque
subyace la idea que una mayor bancarización conducirá a más puestos de trabajo.
Pero me pregunto – y con el mayor respeto para un sindicato que mucho estimo - ¿alguien se ha preguntado si la ley de
inclusión financiera no es el primer paso hacia el “banco virtual”? Yo cobro mi
sueldo de facultad a través de una cuenta, lo retiro con la tarjeta de débito en
un cajero o con esa tarjeta pago directamente el supermercado. En el recorrido de
“mi sueldo” ya no veo seres humanos. sino solo máquinas. El salto al “banco”
inmaterial es ya cuestión de meses o de muy pocos años.
Ante cambios
cargados de incógnitas, hay que prepararse y mirar de cara hacia el futuro. La
peor estrategia es paralizarse o mirar hacia atrás; o pedir “pan y trabajo” a
San Cayetano. La única opción estratégica que imagino es estudiar, formarse,
recalificarse; abandonar la “zona de confort” en la que confiamos y lanzarnos hacia nuevos desafíos; en todo caso desafíos múltiples, porque posiblemente ya no
podremos vivir de un solo trabajo. No “pan y trabajo”, sino “estudio y trabajo”
es el desafío del nuevo año: para todos: para el docto y el ignorante, el
profesor y el estudiante, el empresario y el obrero.
En el nuevo
juego de las relaciones laborales, quien no se capacite (y rápidamente), pierde.
Como en el Juego de la Oca, podrán advertirnos: retroceda a la casilla 1.
Para todos
los compañeros que lleguen hasta esta línea de mi reflexión, envío mi mejor
augurio: no arruguemos antes las incógnitas. ¡Recibamos el 2016 como nuestra
oportunidad de un año de verdaderos cambios y desafíos!
Apreciado Juan, el mundo de la tecnología irrumpe cada vez con más fuerza y suple muchas de nuestras antiguas costumbres, como la del cobro del salario. Esta es una realidad que llegó para quedarse. Un feliz 2016
ResponderBorrarApreciado Juan, el mundo de la tecnología irrumpe cada vez con más fuerza y suple muchas de nuestras antiguas costumbres, como la del cobro del salario. Esta es una realidad que llegó para quedarse. Un feliz 2016
ResponderBorrarEstimado profe.la alerta fue dada.cada mortal debera prepararse.comprar los servicios de salud. Los de prevision social y otras coberturas podran variar hasta de administrador. Por cierto futuro incierto.
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