La
semana pasada colegas chilenos me invitaron a abrir su Congreso anual de
Derecho del Trabajo en Santiago. El tema que elegí para exponer refería a
modelos comparados de relaciones laborales en América Latina, con evidentes
referencias a los derechos sindicales
Como
dije en la oportunidad, en nuestro continente hay sistemas muy variados y es
difícil marcar un “patrón”. De todos modos puede decirse que América Latina se
caracteriza por:
•
Un fuerte intervencionismo del Estado, ligado a un pasado del
autoritarismo político:
•
Legislación predominantemente heterónoma y limitada en lo colectivo; y
control del Estado sobre el poder sindical:
•
Excesiva valoración del formalismo jurídico y de
los poderes milagrosos de las normas jurídicas (Ermida hablaba de “fetichismo
legalista”);
•
Profunda división entre el derecho y la realidad, con la informalidad
como un mal común de los diferentes países.
Ante la diversidad de los modelos
específicos de relaciones laborales – expresé – no es fácil dar opiniones
seguras: es posible comparar, marcar diferencias, pero también es cierto que en
cada caso para expresar ideas válidas, deberíamos ingresar en la realidad
profunda de las culturas, las políticas y la economía de los países, conectando
“su” intransferible realidad con su producción de normas. No hay modelos
perfectos: cada modelo se construye en la genética de su sistema y de su
historia de las relaciones laborales
De todos modos es evidente que el
derecho colectivo uruguayo es la excepción
en el continente: su autonomía, un Estado que interviene para promover
la libertad sindical, el protagonismo del sistema de Consejos de salarios
muestra la existencia de una amplia libertad sindical, con derechos que son
efectivos.
Esta afirmación – por supuesto
positiva – me lleva a otra reflexión. ¿Será siempre así? ¿Los derechos
sindicales que hoy tenemos son para siempre?, y también ¿Los derechos
sindicales y laborales serán siempre una escalera que sube, y nunca baja?
No sé
contestar a estas preguntas; no tengo el don de los presagios. Creo en cambio –
y esa es la idea con la que volví de Santiago – que a grandes derechos
corresponden grandes responsabilidades. Quienes no saben cuidar y valorar sus
derechos, sus bienes, su patrimonio, están condenados a perderlos.
Un filósofo que vivió entre el siglo
XVII y XVIII – Gian Battista Vico (que he leído mucho, quizás también porque
los dos nacimos en la misma ciudad, con diferencia de pocas cuadras) – hablaba de
“i corsi e ricorsi della storia”. Un mal traductor (traduttore-traditore)
podría traducir la expresión como “los cursos y recursos de la historia”, y
seguramente nada entenderíamos. Un buen traductor – si rioplatense, mejor –
traduciría “las idas y vueltas de la historia”. Vico expresaba que la historia es
así: tiene idas y vueltas; no avanza de forma
lineal empujada por el progreso, sino en forma de ciclos que se repiten, es
decir, que implican siempre avances y retrocesos.
Mi amigo Prof.
Zapirain, con el cual disfruto debatir, considera que en cambio el progreso
siempre avanza hacia “más” y cita al sociólogo norteamericano Robert Nisbet (“La
Historia de la Idea del Progreso). Quizás también pueda haber una línea
intermedia: la historia implica avances y retrocesos, pero siempre apuntando
hacia más.
De estas
reflexiones nació el título de esta nota: cuidemos los derechos sindicales,
cuidemos y valoremos el sistema uruguayo de relaciones laborales. Construyamos las necesarias
responsabilidades para que se entienda que es malo abusar de los derechos.
Perder los derechos por abuso, por creer que “el que puede” siempre podrá es un
desacierto, del que la historia da innumerables ejemplos. Esa es tarea de todos
y en especial de los relacionistas laborales.
Muchas gracias profesor por sus aportes. Muy interesantes. En especial agradezco por el tiempo ofrecido para otorgarme una pequeña entrevista aclaratoria de algunos temas para mi tesis. Saludos!
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