He quedado profundamente
impresionado por los 700 migrantes que murieron ahogados en las aguas del
Mediterráneo. Escapaban de la miseria, buscando desesperadamente trabajo en
otro continente. Su muerte demuestra que se siguen levantando barreras
cada vez más altas y sólidas entre las tierras de los incluidos y los excluidos.
En un mundo cada vez más
sofisticado y con riquezas materiales e inmateriales infinitas, barcos cargados
de mano de obra barata cruzan las aguas del Mediterráneo, recordando otros
barcos que hace solo pocos siglos atrás llevaban esclavos de Africa a nuestra América.
¿Como ve un europeo – defensor de
los derechos humanos – esta tragedia?
Encontramos respuestas en la
entrevista que el diario argentino Pagina 12 ha hecho a Michael Sommer, 63
años, quien presidió de 2010 a 2014 la Confederación Sindical Internacional (la
central sindical más importante del mundo).
–¿Cómo miden los sindicatos alemanes el impacto de
los últimos muertos en el Mediterráneo mientras trataban de llegar a Europa
desde el norte de Africa?
–El impacto fue menor por un hecho que obviamente
no debe celebrarse: se trata de la tercera gran ola migratoria de las que son
consecuencia indirecta de la intervención norteamericana en la región. Los
migrantes que se embarcan huyen de la guerra civil en Siria. O del
desmembramiento de Libia. O de la pobreza extrema en el continente africano. Es
una mezcla de razones políticas y de pobreza. En África central también hay
movimientos migratorios de los que huyen en forma masiva. Los europeos pensaron
durante mucho tiempo que estaban “protegidos”, y lo digo entre comillas, por el
mar. El caso de Alemania es geográficamente especial porque al no tener costas
en el Mediterráneo la llegada de los migrantes se producía de otro modo.
–Pero además de la gran ola turca, que ya es un
fenómeno antiguo y sobre todo económico, llegan refugiados.
–Sí, y se producen conflictos sociales que
justamente son alentados por la extrema derecha. Ante este aliento los
sindicatos socialdemócratas son unívocos en sus declaraciones. Se unen para
opinar que los refugiados tienen un derecho. El derecho de que nosotros los acojamos
y protejamos. En el siglo pasado hubo muchísimos alemanes que tuvieron la
suerte de lograr que otros países los refugiaran. Por lo tanto en este sentido
hay una obligación moral de acoger y de no cerrar las fronteras. Eso más allá
de que no sea un problema financiero, porque Alemania cuenta con los recursos
para hacerlo. Estamos muy a favor de que las intervenciones en el Mediterráneo
para salvar a los refugiados de la muerte sean reforzadas sustancialmente. No
debe haber un muerto más. Por otro lado tenemos que lograr que se combatan las
causas de estas corrientes migratorias. No hablo de combatir a los refugiados
sino a los motivos económicos y políticos que provocan la emigración.
–¿Cuál sería la forma de combate a las causas de la
migración masiva?
–Primero una ayuda de carácter económico y
asistencia humanitaria en aquellos lugares donde hay guerra civil. Incluso hay
que dar apoyo a los países que acogen refugiados, como Jordania, porque en
algún momento no lo van a poder soportar. Debemos desplegar una política que no
caldee más los conflictos sino que contribuya a una solución. Muchas veces
escucho en Europa que se elevan reclamos en favor de soluciones militares. Es
increíble. Aprendamos de nosotros mismos. Por primera vez en la historia llevamos
60 o 70 años de paz. Por primera vez no se dirimen conflictos con medios
militares sino con instrumentos humanitarios, económicos y sociales. Estoy
orgulloso de poder decir que hay movimientos de derecha que pueden ver distinto
lo que estoy diciendo pero que en Alemania esos movimientos no tienen ninguna
oportunidad de triunfar con su propuesta.
(Autor del reportaje: Martín Granovsky; "Página 12", Buenos Aires, 26 de abril
de 2015)
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