¿Hasta
donde llega nuestra solidaridad con un compañero de trabajo? ¿Estamos
dispuestos a renunciar a un beneficio laboral a cambio de que otro trabajador
no sea despedido o enviado al seguro de paro? ¿En la actual sociedad post-capitalista
e individualista, quedan espacios para la solidaridad en el trabajo y hasta qué
límite?
Esta es la pregunta que se formulan
los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, quienes dirigen la película “Dos días, una noche”, que se estrena
en Montevideo. La
trama es verosimil: Sandra, trabajadora y madre de dos hijos, será despedida de
la empresa donde trabaja. Sin
embargo, podría conservar el empleo si sus compañeros de trabajo, dieciséis sin
contarla a ella, deciden por votación secreta y por mayoría renunciar a una prima anual de 1.000 euros a
cambio de que ella mantenga su empleo.
Durante los dos días del título de
la película, Sandra – magistralmente interpretada por Marión Cotillard, quien
obtuvo una nominación al Oscar este año por esta actuación – visitará
desesperadamente a sus compañeros de trabajo pidiendo, implorando que renuncien
a esa gratificación extraordinaria que prometió la empresa. Las reacciones será
de lo más distintas: el apoyo, la negación, la ira, el insulto. Es un drama
entre trabajadores, en que la empresa queda en segundo plano, esperando
impasible el resultado de esa votación.
Impresiona la película porque para
quienes nos dedicamos a las relaciones laborales o al derecho del trabajo –
como abogados o asesores de una empresa o un sindicato – la opción se ha
planteado más de una vez: reducir la planilla de trabajo con despidos o envíos
al seguro de desempleo, o reducir beneficios laborales. Más en épocas de
crisis.
Al comparar nuestra modernidad con
la solidaridad obrera del industrialismo, me pregunto cómo reaccionaría cada
uno de nosotros. ¿Somos los mismos cuando empleamos la retórica y cuando el
trabajo del otro depende de un sacrificio nuestro? ¿Cuál es el discurso y cual
la realidad?
Un diálogo mano a mano con nuestro espejo no nos vendría
mal, para calibrar cuáles son los límites de nuestra solidaridad.
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