Concluyo la semana con dos experiencia que me han caído bien. El viernes una funcionaria, que mucho estimo, me dijo sonriendo “Raso, usted está más allá del bien y del mal”. La frase me dio alegría: quizás la funcionaria quiso simplemente decir que ya era hora de retirarme, pero su sonrisa me hizo pensar en un cumplido y... que podía seguir trabajando.
La segunda experiencia fue el jueves:
una reunión importante convocada por el Ministro de Trabajo, en la que estaban
presentes las Cámaras empresariales y el PIT-CNT, y a la que me invitaron a
participar. En esa reunión no se discutió sobre el conflicto, ni sobre los
Consejos de salarios o sobre las ocupaciones. Se habló – y la idea es que se seguirá
hablando - sobre el dialogo entre las partes. un diálogo en serio, que
construya puentes entre empleadores y trabajadores. Marcelo Abdala dijo:
“debemos buscar puntos de convergencia”. Lo dijo Marcelo, que no es un
sindicalista de retórica fácil o que pueda juzgarse blando. DEBEMOS BUSCAR
PUNTOS DE CONVERGENCIA. ¡Que bueno! Salgo de la Coordinación de RRLL, pensaba, e ingreso
a otra cancha – más amplia – cuyo objetivo es la promoción de una nueva
política de relaciones laborales marcada por el diálogo.
Y, ¿en nuestra Facultad qué? ¿Como
valoramos el diálogo entre las agrupaciones y los órdenes de docentes,
estudiantes y egresados? ¿Quienes hoy están dispuestos a afirmar: “debemos
buscar puntos de convergencia”? Se escuchan ofertas...
En lo personal, veo que en nuestra
Facultad se está apostando muy poco al diálogo. Lo digo sin agresividad, pero sí
con dolor. Aunque hoy mi única ambición es seguir compartiendo clases con los estudiantes,
no puedo ignorar un clima de tensa confrontación en la Facultad, que ignora
cualquier posibilidad de diálogo.
Y pensar que somos la Facultad de
Derecho, la casa de estudios que debería enseñarnos a prevenir los conflictos,
a negociar, a aflojar las tensiones. Temo que en la Facultad de Derecho ya no
se apuesta al diálogo y aquellos que buscamos “puntos de convergencia” y
momentos de encuentro, seamos considerados unos flecos poco confiables. Mayoría o minoría, amigo o enemigo, conmigo
o con los otros, definete: ésta parece ser la consigna actual.
Un joven docente me confesaba días atrás
que es terrible el temor que ellos tienen, porque consideran que si se vinculan
a la cátedra de un profesor, automáticamente atraen la disconformidad de otro
profesor. ¿Será tan así? ¿El placer y la vocación de estudiar y enseñar se
están transformando en miedo?
Una Facultad sin diálogo, una Facultad
sin espacios para construir en conjunto, inexorablemente perderá voltaje en un
escenario universitario, que crece a ritmos acelerados.
No es un secreto que nací y estudié
en Italia hasta la secundaria. En Literatura el libro clásico que estudiábamos
era “Los Novios” (I promessi sposi) de Alessandro Manzoni. Hay una escena imborrable.
Renzo, el protagonista de la novela, es un pobre paisano que va camino al estudio del abogado del pueblo y
como no tiene dinero, le lleva de regalo unos pollos vivos que tiene sujetados
por las patas. Los pollos con la cabeza hacia abajo se picotean durante el
trayecto, olvidando su condición común de estar destinados a la olla del
leguleyo. El escritor compara la situación con la naturaleza humana, donde es
tan común ver que en los momentos de dificultad, los seres en vez de buscar
caminos solidarios, se “picotean” entre ellos.
¿Podremos –
conservando cada uno de nosotros sus respectivas posiciones – construir
consensos o estamos destinados a terminar en la olla, como los pollos de Renzo?
¿Es posible hoy – en nuestra Facultad de Derecho - encontrar puntos de
convergencia?
JR
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